Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

sábado, 8 de enero de 2011

AÑO NUEVO ...¿VIDA NUEVA?




                                                                           SOL (Capricho)


Año Nuevo … ¿Vida nueva? De momento no puedo definirme al respecto, aunque todas las papeletas apuntan que va a ser una calamitosa continuidad de la anterior.

Tras una noche desenfrenada de la que recuerdo su inicio, vagamente el intermedio y absolutamente nada del final, inicié el “año familiar” llegando a casa prácticamente a la hora de comer. Me notaba, más bien, un alma en pena arrastrando penosamente sus pies que un ser humano. Un alma en pena con la boca reseca, la lengua estropajosa y dentro de la cabeza zumbando todo un enjambre no se muy bien si de avispas o de abejas.
Mi padre, al verme, me preguntó con sorna si es que venía de un campo de refugiados o de participar activamente en alguna revolución. Mi madre, por su cuenta, exhaló un suspiro y con voz desfallecida inquirió que qué tal lo había pasado y si me había divertido. Preguntas de rigor sobre las que no esperaba ninguna detallada respuesta pues lo que realmente le hubiera gustado saber era el tipo de fiestas de Fin de Año al que acudía su hija, toda arregladita, maquilladita, peinadita, en definitiva, hecha un primor, y regresaba a la mañana siguiente hecha una piltrafa.

Mi hermana me espetó que qué vaya “pintas” traía y que me diera prisa en arreglarme un poco que si tardaba no me iban a andar esperando para comer para que, por mi culpa, todos tomásemos la comida fría. Añadió algo así como que menudo el “morro” que tenía que llegaba a las mil y una, a “mesa puesta”, mientras tanto ella había tenido que pasarse “toda” la mañana en la cocina ayudando como una esclava. Observación a la que, lógicamente, hice caso omiso. Primero, porque, conociéndola como la conozco, eso era una mentira como la copa de un pino. Cambiemos lo de “ayudar” por “entorpecer” y lo de “toda la mañana” por “una esporádica visita” a fisgonear lo que mi madre cocinaba, y tendremos las cosas en su punto justo. Segundo, porque toda mi atención estaba puesta en lograr servirme un par de vasos de agua que aclarasen esa garganta que parecía de esparto.

En lo de esperarme como bobos a riesgo de no tomar la comida en su punto, no dejaba de tener toda la razón. La comida del primer día del año, junto con la cena del Día de Nochebuena, son dos eventos en los que nos reunimos toda la familia para aburrirnos como lagartijas viudas pero como la tradición es así no hay más que hablar. No era cuestión de hacerles esperar. Máxime cuando del horno salía el aroma del asado que mi madre prepara como los propios ángeles, capaz de volver loco a cualquiera, sobretodo a los juerguistas que en el día de autos tan sólo habíamos ingerido un triste café con leche acompañado de un cruasán de esos industriales que son como si comieras chicle.

José Luis, el novio de mi hermana, poniendo unos ojitos de picardía, me preguntó, o mas bien afirmó, que menuda “fiestecita” la que debía haberme corrido. Para dar mas énfasis soltó una cortita risita. Acto seguido, me estampó sendos besitos en las mejillas deseándome “un feliz año” y de esta manera tan simplona caí en cuenta que ya estábamos en otro año distinto del que había dejado cuando salí de casa el día anterior. Este mozo es “otro que tal baila”, quizá mas adelante le dedique alguna que otra entrada.

Ducha, bendita ducha, placer de dioses. Sentía todo mi cuerpo como pringoso, no parecía sino que me hubieran estado lamiendo todo un rebaño de vacas. En un rincón del cuarto de baño, amontonada toda mi ropa, absolutamente toda, esperaba para ser llevada a la lavadora. ¿Cómo era posible que la tuviera tan, tan, tan asquerosa si cuando me la puse, hacía tan solo unas horas, estaba inmaculada? Mejor no indagar que ya he dicho que una parte de los recuerdos de la noche permanece oculta por una espesa niebla Ducha, bendita ducha que, amén de limpiar el cuerpo, haces que se despeje la niebla de la mente.
Algunos oasis de luz se fueron abriendo paso en la oscuridad de mi mente. Recuerdos torpes, imprecisos que fluían a borbotones. Las “Doce Campanadas”, el brindis con cava y los besos. Muchos besos. Algunos tan apasionados que te dejaban sin respiración. Abrazos. Muchos abrazos. Fuertes abrazos. Y ya puestos, manos que recorren tu cuerpo como si quisieran asegurarse de que todas las partes de tu anatomía las tienes en su sitio. El fin de las campanadas anunciando el inicio de un nuevo año fue como el pistoletazo de salida para el desenfreno, aunque, a decir verdad, ya para entonces, el vino de la cena y alguna que otra copichuela de propina, se habían encargado de entumecer nuestras cabezas y desinhibirnos de cualquier prejuicio que aún pudiéramos conservar.

Ocho chicos y siete chicas dispuestos a dejarnos llevar en una noche de frenesí que a todas luces intuíamos, mas bien deseábamos, que se convertiría en una especie de exaltación al dios Baco. No se si logramos conseguir plenamente nuestros propósitos, pero, a juzgar por el lamentable estado en que quedó el apartamento en donde celebrábamos la juerga, y lo que recuerdo y voy recordando de la última “etapa oscura”, si el buen dios no estaba plenamente satisfecho de nosotros, si, al menos, habría sonreído complacidamente. Pandilla “golfa” por excelencia. Tengo otras que son mas serias, formales o intelectuales, pero cuando se quiere buscar el golferío por el golferío ésta nunca te deja defraudada.

Desperté con la sensación de estar en el fondo de un pozo con una fuerte opresión sobre mi cuerpo que me impedía respirar. Poco a poco fui tomando conciencia de la situación. Emilio, con sus casi cien kilos de peso yacía a caballo sobre mi pierna derecha, su cabezón apoyado en mi hombro y su inmenso brazo, como el tronco de un árbol grueso, rodeándome la cintura. Susi dormitaba plácidamente sobre mi pecho abrazándome el cuello. Matías, a su vez, descansaba abrazado a su espalda, pasando su brazo izquierdo por su hombro y por encima de mis narices. Aclarada la sensación de estar en el fondo de un pozo, de la opresión sobre mi cuerpo y de la asfixia, desperté a mis tres compañeros antes de que acabasen convirtiéndome en un sello de correos. Nos incorporamos mirándonos unos a otros como si no nos conociéramos. Poco a poco se fue haciendo la luz.

Que la noche había sido “movidita” tan solo hacía falta echarnos un vistazo, ojerosos, desgreñados y sobretodo nuestra variopinta vestimenta. Emilio, semidesnudo, luciendo su cuerpo de atleta, estaba muy gracioso con sus boxers rojos. Muy gracioso y muy sexy. “Valla Emilio, buena “percha” la que llevas”, rió Susi. Sabido es que los hombres amanecen con su miembro en estado bastante erecto y lo que Emilio dejaba adivinar tras su prenda íntima eran palabras más que mayores. No en vano recibió, por clamorosa unanimidad de todas las féminas, el Premio de Honor en el “Concurso de Penes” que siguió, como parte consecuente, a la exhibición a lo “Full Monty” con la que nos obsequiaron los chicos cuando ya nuestras cabezas estaban dando mas vueltas que la de la niña del Exorcista.

Matías se encontraba sin mas atuendo que el que trajo al mundo cuando le parió su madre. También “padecía” la “excitación matinal masculina”, pero no había color.

Por mi parte, cubría mi cuerpo con una desabotonada blusa, horas antes nueva y ahora hecha un guiñapo, arrugada y con todas las manchas del mundo. Mis braguitas, de color rojo, rojito, colgaban tristemente alrededor de un tobillo. Cómo habían llegado hasta mi ambas prendas es algo que ignoro pues la última consciencia que tengo de la fiesta fue cuando alguien apagó la luz y con la tenue iluminación que podía llegarnos del exterior a través de las ventanas, sin otro atuendo que el de Adan y Eva en el Paraíso, todos empezamos a bailar, aunque lo de “bailar” no deja de ser un eufemismo, entendamos mas bien que, en el estado de idiotismo agudo que habíamos alcanzado, nos abrazamos fuertemente unos a otros, parte por lo que de erótico se desprende y gran parte por tener alguien en quien asirte y no acabar con los huesos en el santo suelo.

En cuanto a Susi llevaba por toda vestimenta un jersey grandote, grandote, como una tienda de campaña, que prácticamente le servía de mini vestido. No sabía de quién era ni cuando ni por qué se lo puso, simplemente amaneció así. En un rincón del cuarto encontró arrebujada su ropa interior y en eso tuvo suerte que mi camiseta apareció en el cuarto de baño hecha una asquerosidad con restos de una vomitona. Derecha a la basura, claro está. En cuanto a mi sujetador no pareció sino que se lo hubieran comido los marcianos. Voló, voló, voló. Quizá algún día aparezca en algún sitio inverosímil y alguien se pregunte como esa prenda había llegado hasta ahí.

Fuera de la habitación nos fuimos uniendo con los que ya se habían levantado y los que lo hacían despertándose al oir a los demás. Algunos desnudos, otros con su ropa interior, o parte de ella, pero todos desastrosos y con esa curiosa expresión mas de “zombi” que humana que normalmente se luce al día siguiente de semejantes eventos. De nuevo la sensación curiosa de mirarse unos a otros como si no nos conociéramos y, en parte, podría decirse que era así, pues por lo desastrosos que estábamos todos que parecíamos haber llegado de una fiesta de Halloween. Nos preguntamos tímidamente unos a otros que qué tal se había pasado y con una sonrisa de no saber lo que se había hecho en esa parte del tiempo en que el alcohol le había hecho viajar por nubes doradas se contestaba bobaliconamente que “bien, bien”.

De golpe y porrazo la cruda realidad se impuso ante nosotros. Como si nos diesen un bofetón que nos hiciera despertar completamente.

La cruda realidad era que el apartamento estaba hecho un asco. No me refiero a simplemente “sucio” sino “asqueroso”. Veamos, el saloncito donde habíamos estado riendo, comiendo, bebiendo, despelotándonos y demás, asemejaba un pocilga, pero sin cerdos. El suelo, los muebles, hasta las paredes presentaban un estado tan lamentable que a Dani (el hijo del dueño del inmueble que tan generosamente nos había ofrecido el habitáculo sin que el legítimo propietario tuviera noción de ello) casi le da un infarto al tomar consciencia del desaguisado. “No te preocupes que lo limpiaremos todo y no se notará nada”, dijo alguien sin mucha convicción. “Habrá que ventilar un poco”, dijo otro. No era “un poco” sino “un mucho”. La atmósfera era totalmente irrespirable, se había fumado mucho y el olor dulzón que flotaba en el ambiente indicaba claramente que algunos no era precisamente tabaco lo que habían consumido.

El apartamento disponía de una habitación con cama matrimonial, otra con dos camas y otra pequeñita con una cama. Los que no habían podido dormir apelotonados en las camas lo hicieron sobre colchones inflables en el suelo. Ni que decir tiene que se imponía una revisión general, lavar lo que se pudiera lavar (afortunadamente había lavadora) y en lo que no, tratar de disimular cualquier mancha “sospechosa”. El cuarto de baño, para echar un vistazo y salir corriendo. Varios habían vomitado y ,por lo que se apreciaba, su puntería había sido realmente deplorable pues había restos por el suelo, por el lavabao y en el plato de ducha. De acuerdo, daba su asquillo, pero en contrapartida su limpieza no parecía demasiado complicada. En cuanto a la cocina, mira por cuanto no estaba mal del todo. Había que fregar, eso si, la montaña de platos, cubiertos y vasos que se amontonaban por el fregadero y la encimera, fregar el suelo a conciencia, limpiar algunos baldosines del alicatado que alguien había salpicado de no se qué. En fin, que había que limpiarla al igual que toda la casa.

Con todo, el principal y acuciante problema lo presentó el cuarto de baño. No me refiero al hecho de estar sin agua caliente como consecuencia de una avería que eso ya nos lo advirtió Dani y no le dimos mayor importancia. Ante la perspectiva de una ducha con agua helada mejor hacerlo tranquilamente cuando estuviéramos en nuestras casas. El principal problema radicó en el hecho de su unidad. Un cuarto de baño para quince personas que se habían pasado la noche anterior comiendo y bebiendo, llenando hasta reventar sus estómagos y vejigas. Quince personas despertándose al unísono con la imperiosa necesidad de satisfacer urgentemente sus necesidades fisiológicas. El momento fue realmente dramático. Un grupito (los últimos de la cola que se formó ante la puerta del ansiado lugar) optamos por buscar auxilio en la calle en la confianza de encontrar un bar cercano. De paso podríamos tomar algún café o similar que bien nos vendría. Tuvimos suerte, no muy lejano, aunque demasiado a nuestro parecer del momento, encontramos un pequeño establecimiento algo cutrecillo pero que en nuestra situación acogimos como la maravilla de las maravillas.
De regreso Susi y yo nos distanciamos del resto. Sacó un espejito del bolso y me lo puso ante mis narices. “Tienes la cara sucia con restos de comida …. o algo así”. En efecto, en la comisura de los labios, en la barbilla, en la mejilla, en la frente y hasta en el pelo tenía unas manchas de algo seco como cola seca. Intenté quitármelo con un poco de saliva. “Gracias, pero no son restos de comida, me temo que sea … “algo así””. Las dos rompimos a reir. “Pues si ha sido quien yo me imagino… ¡Tendrás agujetas en la mandíbula!”. “No solo en la mandíbula, creo que todo mi cuerpo es una pura agujeta … ¡Y con restos del “algo así”!” Nos reimos a carcajadas. “¿Sabes? Lo que siento no es lo que haya hecho o dejado de hacer esta noche, sino que estaba tan borracha que no me enteré de nada. Eso si que me da verdadera rabia”. Se mostró ceñuda, “También es mala pata, poner los cuernos a mi marido ¡Y no enterarme!”. “¿No te enteraste de nada … de nada? “De alguna cosilla suelta… Cuando me encontraba tan mareada que la cabeza me daba vueltas, los ojos se me cerraban de sueño y tenía que apoyarme contra la pared para no caerme al suelo… Matías me llevándome a la cama y yo abrazada a él porque no atinaba bien a andar… La sensación de estar dormida abrazada a alguien… y unas manos que acariciaban mi cuerpo haciéndome cosquillas… y me gustaba … y alguien que me preguntaba que qué tal me encontraba y yo en mis sueños respondía que muy bien, pero que siguiera acariciándome… y un cuerpo sobre el mío … y yo pensaba que ya era hora pero que tenía que despertarme … Deseaba despertarme pero no conseguía abrir los ojos … temía que si no me despertaba todo eso se iba a acabar y no quería … también que quizá fuese al despertar cuando se acabase que todo era un sueño y mejor dejar hacer … Bueno… ¡ Y cosillas así!

De nuevo me reí de mi compañera “Para lamentarte de no recordar nada, nada, nada si que vas haciendo memoria”. “Si pero como en un sueño, como si no fuera verdad y a retazos”. La comprendí perfectamente pues era al fin de cuentas mi propia experiencia. Tan solo pequeños jirones de recuerdos que recibes como a través de un sueño, como navegando envuelta por una nube que de cuando en cuando te permitiera ver por un resquicio un rayito de Sol. Si, desde luego había sido “mala pata” estar tan obnubilada y no haber disfrutado plenamente del momento.

(En fin, mas o menos y procurando simplificar en lo posible, ésta fue mi despedida de Año y entrada en el nuevo. No muy sensata, ni formal, ni tradicional, ni edificante, ni ejemplar, ni todo lo que se quiera añadir. Ya lo se. Pero, desde luego, loca, erótica y, sobre todo, apasionante y divertida.
Inicié el escrito el pasado día 1 después de comer, pero entre unas cosas, otras y las de mas allá, y, sobretodo, por ser tan, tan, tan, calamitosa y desastrosa redactando, no lo he logrado terminar hasta hoy).








1 comentario:

Alex [Solharis] dijo...

¿Vida nueva? Sólo espero que se te ofrezca alguna oportunidad artística/profesional porque a mí me parece que sabes aprovechar muy bien la vida.

El retrato es espectacular por cierto. Siempre me gustan los colores que utilizas pero esta vez aprovechas el rostro... Curioso que no lo aproveches más cuando tiene tanta expresividad.
En mi humilde opinión.