Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 23 de diciembre de 2007

¿FELICES NAVIDADES?

 



SOL (Fiesta)


Pues mira qué bien, ya estamos otra vez en Navidad. No se, si alguien llega a leerme, qué opinará del asunto pero en lo que a mi respecta, si hay algunos días en el año que tienen la rara habilidad de hacerme subir por las paredes de irritación son precisamente los presentes. A principios de mes una ve aproximarse la temporada vacacional y se relame de gusto,
- “¡Qué bién! Levantarse a la hora que me de la gana sin que haya un maldito despertador que interrumpa mi sueño con un sonido estridente cuando mas a gusto estoy .... Vaguear todo el día ... Quizá aproveche para resolver algunas cosillas de esas que he ido dejando de un dia a otro por pura pereza ... Naturalmente sin pasarme. Dedicar algún ratillo perdido y Sanseacabó ... ¿Ordenar mis cosas? ... Eso descartado. Demasiado quehacer para lo que se supone que deben ser unas buenas vacaciones de “relax”... Total, si desde siempre he logrado sobrevivir en el mas absoluto desorden, bien puedo continuar una temporada mas.... Mantener una conversación seria con algún amigo de los que hace tiempo que no veo.... Unas copas y unas risas con la “peña” .... Terminar de pintar alguno de los cuadros que tengo a medias .... Pasear....Ir a ver alguna película que merezca la pena.... Leer al tiempo que escucho una buena música.....”
Me siento dueña y señora de un Tiempo tan infinito que casi no se como emplearlo. Soy así de ingenua. Claro está que tan pronto se de lo que podríamos definir como “pistoletazo de comienzo” de las fiestas navideñas, la cruda realidad caerá sobre mi cabeza como una pared de ladrillos que se desplomase.

El “maratón” de los quehaceres comienza apenas me levanto por la mañana. Cuando mas distraída estoy mojando una galleta en el Nescafé con leche que suelo tomar para desayunar y sin acertar aún si continúo en el mundo de los sueños o en el real, mi madre que anda trajinando de acá para allá, asoma la cabeza en la cocina, me da los buenos días y a continuación recita una letanía que me hace lamentar no haber continuado tranquilamente en la cama,
- “ Hay que ir a comprar unas cosas al supermercado. A la carnicería. A la frutería. De paso que se sale pasar por la tintorería y recoger unas prendas, mirar en la Herboristería si han recibido la miel. Fijarse bien que sea de encina que la que tenían era de “milflores” y no me hace gracia. Comprar unos medicamentos en la farmacia. Poner una lavadora con sábanas, toallas y lo que tengáis para lavar . Tender en el ático la ropa en cuanto termine de lavadora que he puesto. Hacer las camas con sábanas limpias. También hay ropa para planchar, pero mejor esperar a bajar la del ático. La cocina y los baños sería conveniente limpiarlos, aunque tampoco estaría de mas que limpiaseis el salón. Necesitaría que me echarais una mano con la comida, podíais ir picando unas cebollas, pelando unos ajos y cortando en tiras unos pimientos, luego ya os iré diciendo.....”
Mi hermana que es muy solícita se apresura a tranquilizarla afirmando que “nosotras” nos encargamos de todo. A la media hora se disculpa diciendo que ha quedado con Jose Luis que es su novio, pues desde que lo tiene apenas si la echamos la vista encima a las horas de las comidas, y eso, en el supuesto de que no lo haga fuera de casa. Eso no quita para que sea muy “solícita” e inmediatamente ofrezca, en su nombre y en el mío propio, para que “nosotras” nos encarguemos de todo.
Las “listas” de la compra en estos días hacen a una pensar si nuestra madre no habrá decidido poner una pensión. Las montañas de ropa para planchar, si no tendremos dentro de casa a un regimiento de “ocupas”. Son misterios navideños.

En esta semana pasada me he visto obligada a asistir a tres cenas. Una con unas antiguas compañeras del bachillerato que de repente les dió por ahí. Otra con mis adolescentes alumnos de la clase de dibujo y pintura. La primera, en una sucesión de insulsas anécdotas de niños pequeños. La segunda, en medio del griterío atroz de una “pizzería”. Como en ambas, el aviso de la celebración me llegó a última, ultimísima hora, pues tanto las compañeras como los alumnos dieron por hecho que no tenía cosa mejor que hacer que acudir a su celebración, a los eventos tuvieron que preceder sendas llamadas telefónicas anulando y posponiendo citas ya apalabradas.
La tercera cena fué con los alumnos mayores (prácticamente de mi edad) de la otra clase de dibujo y pintura que imparto. Divertida pero agotadora. Una chica frente a seis chicos que con la euforia que da el vino se afanan en competir entre ellos por “conquistarla” puede, a primera vista, parecer halagador pero lo cierto es que asemeja mas a la de una domadora de tigres siberianos.

Esta noche, para variar, tengo otra cena, esta vez con un grupo de amigos artistas, en principio no muchos, ocho o diez, pero como cada cual suele aparecer con algún que otro mas, al final no tengo ni idea de los que seremos. Es la clásica reunión que comienza en cena, continúa en juerga y no se sabe ni cuándo ni cómo terminará. Mañana adivino que estaré hecha unos zorros, pero tendré que recuperarme aprisa pues por la noche es la cena de Nochevieja que entre preparativos y demás acaba una como si la hubieran agitado en una coctelera.

Desde siempre la cena de Nochebuena la hemos celebrado en nuestra casita mis padres, mi hermana y yo. Los cuatro y la mar de bien. Mi madre preparaba una comida un poco especial, mas bien a base de “picoteo” o “antojos”, cada cual hacía lo que le venía en gana y todos tan contentos. Éste será el tercer año en que tengamos como “intruso” al novio de mi hermana que es como si nos visitara el Rey de las Indias. Amanece histérica perdida. Todo le parece poco, todo le parece mal, todo le parece inapropiado. A mi madre y a mi nos vuelve locas y respiramos aliviadas cuando desaparece a media mañana en busca de su “amor” , no sin antes hacernos un montón de recomendaciones a tener en cuenta de las que, ni que decir tiene, no hacemos ni caso. Se le da de “perlas” eso de organizar, decir lo que hay que hacer y luego desaparecer. Cuando regresa a la hora de comer pasa “revista” poniendo el “grito en el Cielo” a cada instante por las cosas mas nimias. Es como si viviera una tragedia en la que se adivina el fatal desenlace. A media tarde de nuevo desaparece y con ello llega la tranquilidad. A la hora de la cena reaparece cogidita del brazo de Jose-Luis, su novio, envuelta en un halo celestial con música de serafines y querubines. Para entonces la comida está cocinada y la mesa preparada, solo faltan los comensales.
Cuando mi madre y yo nos sentamos a cenar, es la primera vez que lo hacemos desde hace horas, pero mi hermana, inmersa en el Mas Allá, ni siquiera se le ocurre pensar en ello.
La cena en si suele ser una pelmada de impresión. Pese a los esfuerzos de mis padres a los pocos minutos el ambiente languidece como una flor marchita, a lo que José Luis contribuye, no poco, contándonos unos rollos que hacen bostezar de aburrimiento a las lagartijas. Mi hermana es feliz. Y los interminables minutos transcurridos parecen haberse trastocado en horas.
Ni que decir tiene que al siguiente día hay que recoger todo, lavar y preparar la comida. Ese día a mi hermana le “toca” comer en casa de los padres de su novio y como todo lo que tiene que ver con él forzosamente ha de convertirse en paranoia pura y dura, desde que se levanta está hecha ya un mar de nervios. No tiene tiempo para nada mas que para acicalarse y arreglarse. El cuarto de baño que compartimos se da por hecho que pasa a ser de su absoluto uso y disfrute que si en algún descuido se me ocurre la osadía de ocuparlo brevemente, es tener a una persona gimiendo al otro lado de la puerta. Cómo puede emplear tanto tiempo en estos quehaceres, es algo que me intriga profundamente.

De la semana que viene mejor ni pensar. Para cumplir con todas las invitaciones que me han llovido en estos días tendría que multiplicarme por tres o cuatro ¡Lástima que no se alquilen “clones”! Y me pregunto yo ¿Por qué “diántres” todo el mundo se empeña en querer salir de cena “precisamente” en estos días? ¡Mira que no hay mas días en el año! Pues no, tiene que ser precisamente “ahora” cuando a fuerza de tanto comer la mejor vianda te produce escalofríos y cuando a una le gustaría disponer de siquiera un ratito para quedarse en casita haciendo su santa voluntad. Lo peor del caso es que si no vas se consideran como si los menospreciaras.
A mayores tengo las dos citas aplazadas de esta semana.

Me espera, naturalmente, el asunto de la Nochevieja. Como todos los años alquilaremos el grupo de amigos una casita de un pueblo que por estar en el “quinto pino” es lo mas asequible que encontremos para unas economías a cada cual mas caótica. Como todos los años la casita en cuestión tendrá capacidad para seis personas y acabaremos acoplándonos las Trece Tribus de Israel como sardinas en lata. El pasado año fue de agradecer estas apreturas, pues cuando nos retiramos a dormir ya de madrugada, con los ojos que se nos cerraban de sueño y todo el cansancio del Mundo, tras una noche de juerga en el único restaurante del lugar, nos encontramos que a “nadie” se le había “ocurrido” encender la chimenea, único sistema de calefacción, y aquello no es que se asemejara a una nevera, sino al mismísimo Polo Norte con sus pingüinos, focas y osos.
Ni que decir tiene que con antelación habrá que hacer algunas compras. Cenaremos y nos divertiremos en un restaurante, pero no por eso se libra una de dedicar un buen rato de su tiempo a comprar vete tu a saber qué. Siempre hay que comprar algo. Por ejemplo lo del regalo del “amigo invisible” que se queda para última hora. Al principio hace gracia el asunto ese, al cabo de los años una se encuentra que siempre es igual. Si el “amigo invisible” es una chica te encontrarás con cualquier cosita “muy mona” que no sabes qué hacer con ella. Si se trata de un chico, recibirás con toda certeza unas braguitas rojas. A los chicos les encanta darnos la “sorpresa” de las braguitas rojas., creo que es lo único que saben comprar. Al abrir el paquetito ellos se tiran por el suelo de risa que les da, y una piensa que si con semejante tontería son felices pues fíjate qué bien.

Un día indeterminado, ya en el año nuevo, vamos a comer a casa de una hermana de mi madre, la “casa de la tía”, como no hay fecha fija siempre me pilla desprevenida y es como si me clavasen una puñalada a traición. No es que se trate de ir comer y ya está, es que el periplo supone “machacarte” todo un día. Por de pronto hay que desplazarse hasta el pueblo donde vive con su marido y sus tres hijos, con lo cual y entre que me levanto bastante tarde, la mañana se puede decir que de entrada se va al cuerno. Si la comida en si es pausada, la sobremesa que viene a continuación resulta interminable, prologándose a veces, incluso, hasta la hora de cenar. Es comprensible, pues al vernos de Pascuas a Ramos hay muchas cosas que contar. Lo que ocurre es que a la media hora yo ya he dicho todo lo que podía decir y oído todo lo que me pudiera interesar, pero no tengo otra alternativa que esperar hasta el final so pena de intentar regresar en “auto-stop”. Otro día, también indeterminado, serán ellos los que acuden a comer a nuestra casa, pero aquí la cosa es menos peligrosa pues estoy en mi “habitat” y ello me permite ausentarme con cualquier disculpa tras un tiempo razonable de charla.

Me he pasado por alto el asunto de la compra de regalos que también tiene su cosa. En casa “teníamos” la costumbre hacernos unos obsequios unos a otros a final de la comida del día de Navidad. Desde que mi hermana va ese día a comer a casa del “noviete” hemos tenido que trasladar la entrega a la cena de Nochevieja y, encima, hacer otro regalo mas al “visitante”.
También compro un pequeño obsequio para algún que otro amigo, aunque esto ya no es costumbre, sino que lo hago conforme me da.
En fin, habría mucho de que hablar y muchas anécdotas que contar sobre esto de los regalos navideños, pero no me voy a entretener mas. Tan solo hago una pregunta que dejo en el aire ¿Es posible que haya alguien que disfrute comprando algo con esos villancicos tan ñoños martilleándote los oídos?

Después del día de Reyes vuelve todo a la normalidad. Un alivio. A veces me he encontrado a algún que otro que con una sonrisa bobalicona me dice que qué “pena” debo sentir de vuelta a mis obligaciones con lo “bien” que debía de estar en vacaciones sin obligación alguna y “haciendo lo que me diera la gana”. Me entran ganas de arañarle.
- “¿¿¿Pena??? ¡Ninguna! ¡Estaba deseando que se terminasen!”
Me miran boquiabiertos y cuando me alejo deben pensar que, desde luego, qué “rara” que es esta chica.

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