Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

viernes, 4 de enero de 2008

¡PELIGRO!... BEBÉ A BORDO






SOL (A gatas)



No es que no me agraden los niños pequeñitos ni que me ofrezcan especial animadversión ni que sea una “Herodes” ni nada por el estilo, que me gusta verlos, acariciar su piel tan suave como el algodón, sentir esos cuerpos que parecen que se van a deshacer entre mis manos y ver sus caras de inocencia que inspiran toda la ternura del Mundo. Pero al cuarto de hora ya me cansan un poquito y a la media hora me entran ganas de salir escapando por la ventana. Me considero incapaz de estar extasiada durante horas contemplando al infante con ojos como platos de la emoción y diciendo “¡Oooooooh!” como es usual en las otras chicas. En esto, como en casi todo, difiero mas que bastante del arquetipo normal de fémina. Cuando en alguna ocasión he comentado algo al respecto, siempre ha habido una señora cercana que con aire prepotente me ha contestado que ahora pienso así pero que ya veré como cambio cuando los niños sean míos. Pues si, señora mía, es mas que posible que cuando tenga hijos sean para mi lo mas maravilloso del Universo y me pase día y noche cayéndoseme la baba contemplándoles. Pero eso no quita para lo que estoy diciendo. Tampoco tengo por el momento ninguna apetencia por alcanzar el estatus de madre que es algo que ni pienso en ello y que si alguna vez alguien me hace recordar esa posibilidad natural, la veo como algo tan lejano que se oculta por completo en la niebla del futuro.

Como ya he señalado en otra de mis entradas al “Blog”, estas Navidades un grupo de compañeras de bachillerato tuvieron la feliz idea de organizar una cena de encuentro del grupito de las mas afines de entonces, según ellas, para recordar, añorar y, en definitiva, saber un poco de la vida de cada cual. Ignoro por qué me incluyeron en tal evento, ya que siempre he ido un poco por libre. Posiblemente fuese por ser bastante popular en la época. El caso es que fui incluida en la lista, con lo cual me hicieron mas que la puñeta pues ese día ya lo tenía comprometido.
Asistí, me aburrí como un hongo y salí con el compromiso de acudir junto a las otras a casa de una de ellas para que pudiera pavonearse enseñándonos a su bebé “vivito y coleando” que en fotografías ya nos lo mostró hartamente a lo largo de toda la cena. Una maravilla.

Ya en la vivienda, me encontré con lo que era de prever, un bebé sonrosadito que entre baba y baba hacía “Uuuu...uuu...uuu” que es lo que hacen todos los bebés, y un grupito de invitadas que como si fueran un coro exclamaban “¡Ooooooooh!...¡Oooooooh!....¡Oooooooh!” a cada “Uuuu”...uuu...uuu” del protagonista. Pasó el infante de mano en mano, como una reliquia, quedando sorprendida de la cantidad de absurdos que las mujeres podemos destilar sobre un niño de pocos meses. Hubo alguna que repitió lo de coger a la criatura en brazos y la mas apasionada se negó durante unos minutos a que se lo retiraran . A los veinte minutos buscaba desesperadamente la manera de escapar de una forma medianamente educada. Imposible. Todos los ojos estaban como hipnotizados en la criatura y el romper el hechizo hubiera sido como un sacrilegio. “Bien – pensé – nos hemos reunido unas antiguas compañeras con el propósito de hablar de nuestra vida para conocernos un poco mejor y llevamos horas como los Reyes Magos adorando al Niño Jesús”.

Con la llegada de la madre de nuestra anfitriona la reunión entró en una etapa de histeria mas aguda. Apenas hizo su aparición, se precipitó como una posesa sobre la indefensa criatura dando grititos histriónicos que, de haber estado menos prevenidas, nos hubiera puesto los pelos de punta. Quiso dejar bien patente sus derechos de abuela y a tal fin, zarandeó, besuqueo, estrujó y espetó unos alaridos al bebé que de haber podido, de seguro que hubiera escapado corriendo. El pobre tuvo que optar por la única defensa que le era factible que fue el de ponerse a llorar como un descosido. Con un coro de mujeres consternadas inclinadas sobre él, haciéndole carantoñas y hablando todas a la vez, y una abuela que pensaba que la mejor manera de calmarle era pegándole alaridos y agitándole como unas maracas, no fue de extrañar que los llantos del despavorido infante pasasen a emular a un concierto de sirenas de un parque de bomberos locos. La madre nos hizo la confidencia de que debía tener sueño. No lo creo, la verdad, mas bien opino que si algo tenía era hartura de tanta tontuna y deseo de tranquilidad.
Sea lo que fuere, las palabras de nuestra anfitriona me dieron un vuelco al corazón. El niño a su cunita, fin de la visita, a la calle y cada una a lo suyo. Acerté. Pero solo en lo primero. Ahora la reunión era la de un grupo de mujeres adorando a un niño dormido y hablando en cuchicheos para no despertarle. Aunque, mas que hablar, lo que rompía el silencio tan solo eran simples exclamaciones de admiración. “¡Qué manitas!”, “¡Qué mofletes mas ricos!”, “¡Qué naricitas!”. En fin, nada que no hubiera escuchado repetitivamente desde que entré en la casa, hasta saciarme.

La abuela hizo una relación de los parecidos que tenía la criatura, con familiares vivos y difuntos, que eran muchos y que tal y como lo contaba daba hasta un cierto repelús pues parecía como si el niño estuviera hecho de retales, como un “puzzle”. Las narices de su madre, los ojos de su padre, las orejas de un tío abuelo, el mentón de ...
- “La boca es mía” – Aseveró con rotundidad y yo pensé que si era como afirmaba gozaría cuando creciese de un hermoso mostacho.
Terminada la crónica de parecidos, se inclinó confidencialmente hacia mi
- “¿No te entran ganas de llevarte...a este... “querubín”?”
Me estremecí.
- “¡Muchísimas!” – Contesté con una sonrisa imaginando la escena.
Esa noche tenía una cita romántico-sentimental con Lluis. Estaba apalabrada desde tiempo atrás pero me había visto obligada a posponerla siempre a última hora en sucesivas ocasiones, a lo largo de las dos últimas semanas, para su desesperación . Los “ayes” y lamentos de mi amigo hicieron que buscara un hueco en mi apretada agenda, antes de que me volviera loca con sus continuas llamadas telefónicas. ¿Qué cosa mas “romántica” podría existir que acudiera a la cita con un bebé para pasarnos toda la velada cambiando pañales? Estoy segura de que Lluis estaría tan “encantado” con la novedad que se pondría a dar saltos de alegría.
La buena señora siguió dale que te pego
- “No te preocupes que ya te llegará”
No me pareció oportuno sacarla de su error diciéndola que ni estaba preocupada lo mas mínimo, ni tenía ninguna prisa de que me llegase nada.
- “¿Tienes novio?”
Dudé un poco en la respuesta y pasé revista a la “población masculina” con la que tengo alguna relación. Tengo amigos, naturalmente. Alguno de ellos podrían definirse como “amigos cariñosos”. Algún que otro “ligue” ocasional, y varios “pretendientes” en el mas amplio y clásico sentido de la palabra. Novio como tal, por supuesto que no, ni ganas tampoco. Decidí no meterme en mayores explicaciones y contestar simplemente que “no”.
- “Algún día encontrarás a alguien que te guste ... “
Aquí tuve que hacer esfuerzos para no soltar la carcajada ¡Caray! Si de lo que se trata es que me gusten son varios los que he encontrado ya.
- “Te casarás ...”
Empecé a odiarla.
- “Y tendrás un niño tan rico como este”
Un témpano de hielo recorrió lentamente mi columna vertebral.
Estaba ya mas que harta de tanto absurdo y decidí terminar de una vez con la perolata.
La miré haciéndome la sorprendida.
- “¡Pero si para tener un hijo no hace falta todo eso tan ... largo!”
Me miró un poco sorprendida como preguntándose a donde quería llegar yo a parar.
La sonreí angelicalmente.
- “¡Naturalmente! Si quisiera tener un hijo... ¡Pues eso!...¡Bastaría que dejara de usar cualquier sistema anticonceptivo ... y en paz!”

1 comentario:

Alex [Solharis] dijo...

Pues sí que debiste dejarla chafada a la pobre mujer... Divertidísima anécdota. Lo siento por la madre de tu amiga pero es que los tiempos han cambiado como dices. Eso sí, espero que sea broma eso de que tuvieras un hijo con un tío sin su consentimiento.