Ya pasó todo, como un abrir y cerrar de ojos, como un suspiro, como un leve sueño. Otra vez en casa embutida hasta las cejas en mi vida habitual, aunque mas bien debería decir en mi vida de “estar aquí”, pues no se hasta qué punto puede definirse como “habitual” a este sistema de vivir lleno de improvisaciones y cambios repentinos, como una veleta, que ha sido desde siempre mi manera de ser. Sea como fuere, acá estoy otra vez desde el pasado sábado, con el cuerpo tan molido como si un rebaño de elefantes saltarines lo hubieran pisoteado y la cabeza llena de recuerdos. Recuerdos. Los viajes, en el fondo no son mas que eso, añoranzas de la ilusión empleada en la planificación previa y de las maravillas vividas y compartidas que se esfuman como el humo tan pronto aparecen.
De nuevo en casa. Mis padres me han recibido con una sonrisa de oreja a oreja y un “¿Qué taaal lo has pasaaado?” cuya segunda intención no podían ocultar. Hasta el momento, siempre que me ausentaba de casa por motivos masculinos, a las consabidas preguntas de a dónde y con quién, contestaba “por ahí” y “con una amiga”. Así, en plan indefinido y femenino. La cosa funcionaba. No es que mis padres sean tontos ni se “chupen el dedo”, simplemente asumían una respuesta de la que sabían no estaba dispuesta a ampliar con mas detalles. En esta ocasión se quedaron mas que boquiabiertos cuando oyeron las palabras “Berlín”, “invitación” y “Jordi”. Sobretodo “Jordi”. Acababa de “meter la pata” hasta arriba, y lo que siguió a continuación fue todo un interrogatorio en tercer grado. “¿¿¿Y quién es Jordi???”, “¿Cómo es que te invita?”, “¿A qué se dedica?”, “¿De dónde es?”,”Qué tal es el chico, “¡No sabíamos que tuvieras ninguna relación especial con nadie....!”,”¿Pero entonces...?”, “¿y así qué ...?”, “¡Pero bueno...!”. Consciente de mi “lapsus” respondí al aluvión de preguntas inquisitoriales con la información que sabía sería de su gusto, “Hijo único de una familia adinerada de la burguesía catalana .... abogado .... economía desahogada y un gran futuro, debido, entre otros pequeños detalles, a ser su padre uno de los propietarios del prestigioso bufete donde trabaja ... muy formal, demasiado formal. A veces, asquerosamente formal ... un gran amigo que me quiere con locura ... y ... blablablá....blablablá....”. Fue como anunciarles que les había tocado el premio “gordo” de la lotería. Su hija, la “locuela”, a la que le faltaban tres o cuatro docenas de tornillos y alguna que otra tuerca, parecía que al fin, al fin, ¡Al fin! Había encontrado una pareja seria, formal y de buen presente y porvenir que la encauzara por una vida “normal”. Inútil insistir que Jordi era tan solo un buen amigo y que el ceñirme el asfixiante corsé del “emparejamiento” no estaba, ni con mucho, dentro de mis planes. Oyeron lo que les interesaba oir y de ahí esas amplias sonrisas de bienvenida esperando, vete tu a saber, que les anunciara mi próxima boda o, al menos, mi deseo de emprender una nueva vida sensata, tranquila, monótona y cabal en compañía de ese desconocido “príncipe azul” que había llegado volando desde Cataluña.
También mi hermana se ha interesado por mi experiencia berlinesa. Faltaría mas. También tras la frasecita de rigor de “¿Qué taaal lo has pasaaado?” encerraba una curiosidad que nada tenía que ver con los grandes edificios acristalados, los parques, las avenidas, los museos , las salchichas o la cerveza, conociendo como conocía su contumaz puritanismo al instante me di cuenta de que el motivo de su intriga se ceñía en exclusiva a nuestra ubicación nocturna en el hotel. Es decir, si habíamos compartido o no habitación. Esto es, si habíamos dormido juntos. No se por qué éstas personas moralmente remilgadas dan tanta importancia al hecho de dormir juntos cuando precisamente es despiertos y bien despiertos cuando se hacen las “diabluras” que tanto les escandaliza. Pues no, hijita no, de habitaciones separadas nada de nada que ni siquiera se nos pasó tal atrocidad por la cabeza. Desde luego no hubiera dejado de ser original que cada cual ocupara una habitación en un extremo del hotel y no encontrásemos en el ascensor, el vestíbulo, la cafetería o detrás de algún sofá. Tan original como poco práctico y, desde luego, aburrido. Habitación única y para mas detalle una cama matrimonial tan grande como un campo de futbol y tan cómoda que era como estar acostada en las nubes. Si el dormir en ella semejaba estar en el Paraíso, para qué contar el frenesí de los escarceos, luchas, persecuciones, acometidas y revolcones amorosos entre grandes cojines y almohadas de pluma que sólo finalizaban cuando los dos caíamos exhaustos abrazando nuestros cuerpos desnudos, sudorosos y jadeantes. Se escandalizó, naturalmente, pero a fin de cuentas eso era lo que yo pretendía. Un pequeño placer con el que me obsequiaba a mi misma. Cuando logró recuperar la voz me manifestó tartamudeando que lo que decía era una “asquerosidad”. Pues no es esa la definición exacta que mas bien sería “echar un polvo”... O dos... Incluso hasta tres. “¡Te aconsejo que hagas la prueba!” , la grité cuando ella ya se había refugiado en su cuarto cerrando la puerta tras de si.
Confieso que en mi descripción exageré un “poquito”, pero la ocasión que se me ofrecía en bandeja de plata no era para desaprovechar. La realidad, como es de suponer, había sido muy, muy, muy distinta. Cierto era que había compartido el cuarto, aunque en camas separadas, con mi enamorado amigo, en cuanto al resto de la historia, una pura invención. Pero a fin de cuentas como ella no podía atestiguar su veracidad , resultó la mar de efectiva. No hubo tiempo para mayores aventuras amorosas, la verdad. Tampoco tuve ninguna intención de tenerlas. Mi objetivo principal era conocer lo máximo de Berlín y eso conllevaba tales caminatas y tales horas de estar a pié firme visitando museos que cuando nos recogíamos por la noche en la intimidad de la habitación nos asemejábamos a dos espectros que empleaban el mínimo minimorum soplo de fuerzas que aún podían reunir en arrastrarse por los suelos hasta las deliciosas camas para caer sobre ellas, incapaces de mover ni un solo músculo de sus cuerpos doloridos, en un dulce y profundo sueño.
Ni que decir tiene que Jordi hubiera preferido algo mas reposado, romántico y cuajado de corazoncitos rosas. Incluso no le hubiera importado lo mas mínimo que hubiéramos permanecido la mayor parte del tiempo en la habitación, como en un “nidito de amor”. Romanticismo a tope. A decir verdad sospecho que tal era su intención. Maravilloso. Para eso no hubiera hecho falta ni aviones, ni hoteles, ni equipajes, ni nada, que bastaría con no moverse de Barcelona. La Biblia dice, muy acertadamente, que hay un tiempo para cada cosa, pues bien, en esta ocasión era para disfrutar de una ciudad que a saber cuando podría volver a visitar.
¿Qué decir sobre Berlín? Tanto había oído y leído sobre el lugar que iba preparada para evitar la “sorpresa del paleto”, esa de quedarse con cara de pánfila, ojos como platos y exclamar un “¡OOOOOH!” de admiración. Pero como la realidad difiere mucho de la imaginación, me encontré con que lo que iba teniendo ante mis ojos daba cien mil vueltas a toda la construcción realizada en mi mente. No se si se me puso cara de pánfila, desde luego no exclamé ningún “¡OOOOOH!” de admiración, pues las cosas gratificantes hay que saborearlas en silencio, lo que si puedo asegurar es abrí los ojos como un buho dispuesta a no perderme el mas mínimo detalle. Me ha parecido una ciudad perfecta. Cómoda, agradable y espectacular. Sobretodo espectacular. Anchas avenidas, de esas que son imposible cruzar de un tirón antes de que cambie el semáforo. Muy agradables de pasear. Árboles, árboles, árboles. Me encantan los árboles. Los de las calles se mezclan con los de los parques (¡Y qué maravilla de parques!) dándote la sensación de estar en plena naturaleza. Grandes edificios. Otros, no tan grandes, pero todos con un gran estilo que no en vano han pasado por aquí los mejores arquitectos. Los mas llamativos son las grandes moles de cristal y aluminio, el complejo Sony y el Ku’Damm que era donde estaba nuestro hotel, por ejemplo. Es el diseño por el diseño, casi daba la impresión de estar en el Parque Temático del Diseño.
Todo cuidado hasta el último detalle que daba gusto verlo. Perfecto. Quizá demasiado. Inútil tratar de buscar un estrecho callejón, una casa mal alineada con las colindantes o cualquier detalle popular que vete tu a saber cuando alguien lo puso ahí y ahí ha quedado desde siglos hasta convertirse en parte de la ciudad. Todo está trazado con regla y compás. Todo es moderno. Las bombas de la Guerra Mundial arrasaron la ciudad, pero lo poco que quedó en pié fue derruido por los arquitectos que han creado una nueva ciudad que ya nada tiene que ver con la histórica de varios cientos de años. Si alguna fachada se conserva es tan solo como mera decoración que el interior del edificio será moderno al cien por cien. Hasta incluso es posible que se hayan trasladado de su ubicación original para no estorbar el nuevo trazado. Todo es grandioso, cuidado al máximo y de diseño exquisito. Todo es perfecto, pero al tiempo encierra un cierto deje de melancolía por lo que fue y ya no es. Quizá podría decir que encierra una cierta falta de humanidad. Entiendo que una ciudad es como las personas, nace y evoluciona. Las imperfecciones quizá no sean tales sino características que definen su personalidad. Pero si se destruye todo para crear algo distinto, no digo que lo que se obtenga no sea maravilloso, pero, pero, pero en esa magnificencia se oculta un cierto crimen hacia varios siglos precedentes. No es Berlín una ciudad monumental como puede ser Roma, París o Madrid. Espectacular y todo lo que he dicho anteriormente si, pero no monumental. Ni siquiera la definiría como “histórica” que en la destrucción de bombas y piquetas ha perdido su espíritu. Merece la pena visitarse, es un encanto y todo lo que se quiera, pero las cosas son como son.
En fin, me ha costado ni se sabe escribir esta entrada a mi “blog”. Empecé justo el domingo pasado y hoy, de nuevo domingo, me encuentro que he tardado una semana. Y ni siquiera he contado todo lo que me había propuesto. Soy un verdadero desastre. Espero que para la próxima vez me encuentre mas lúcida.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho tu descripción de Berlín. Creo que te has ajustado mucho lo que ciudad expresa. Es verdad, es una ciudad hecha a la alemana, todo recto, todo tiene que ser bien estructurado, y si algo molesta pues se aparta y eso tiene su encanto. Esos días yo me aloje en un precioso hotel y estuve de lujo. Era limpio y perfecto para descansar de los largos paseos que hice.
Berlin, el Unter den Linden que debe ser impresionante, la puerta de Brandeburgo que debe ser majestuosa, y poder visitar sus 365 museos, debe ser una mision imposible, pero la vida puede llevarte a admirar todo lo que Berlin puede darte y mucho más, yo este verano me decante por Praga, estupenda, radiante, señorial, al igual que misteriosa, romántica,y sonora, la música llenaba el ambiente, y esos colores que decoraban cada esquina con los carteles de Mucha, impresionantes, al ver la vidriera que diseñó en la catedral me quede con la boca abierta, y con la imagen grabada en mi retina, algún dia volvere a Praga, para seguir paseando por sus callejas, callejones, plazas, y puentes y poder fundirme aun más con ese gran lugar.
Espero poder ir algun dia a Berlin para ver lo que tu has visto.
Magistrales tus crónicas, he leído algunas y la forma en que describes los hechos permiten imaginar gestos, reacciones y lugares.
Me ha gustado mucho tu blog, eres genial con las letras, desde México recibe un saludo y al mismo tiempo una disculpa por atreverme a entrar en tu espacio, cuidate y que las cosas vallan bien vale!...
Publicar un comentario