SOL (El mirón)
Una vez leí que las ventanas de las casas que nos rodean son como ojitos que nos espían desde la oscuridad. En tanto la luz del día inunda las calles se muestran bastante apáticos pero en cuanto el Sol se oculta por el horizonte y van apareciendo las primeras sombras de la noche empiezan a cobrar vida y se vuelven cada vez mas atrevidas, pues son sumamente cotillas. Algunas tienen una mirada muy prepotente, otras, sin embargo, la tienen tímida e indecisa. Hay las que te miran de forma insolente, otras que son francamente agresivas, algunas te rodean sensualmente como si te quisieran poseer, otras son muy coquetas y tintinean cerrando y abriendo sus párpados, algunas son tan pequeñitas que son como niñas traviesas. Las hay que son misteriosas, aparecen de súbito te escudriñan y se sumergen en la nada antes de que puedas localizar su ubicación. Las hay de mirada blanca como la nieve, amarilla como un limón, roja como la sangre, verde como un campo en primavera y azul como el cielo del mediodía en un día primaveral y despejado del Mediterráneo. Las blancas son las mas inocentes, las azules las mas sensuales y las rojas las mas siniestras. También las hay fantasiosas con destellos de varios colores. La mayor parte de ellas tienen sus párpados cerraditos pues son muy dormilonas, aunque no hay que fiarte de ellas pues a veces simulan estar durmiendo para que te confíes y así poder descubrir tus secretos cuando mas distraída estés.
Resulta muy poético, pero a mi quien me espía no es ninguna ventana sino “alguien” que está tras ella. Vive en el edificio que está frente por frente al nuestro, en un quinto piso al igual que yo y su ventana, allá, allá, es como una prolongación de la mía. No se si es alto o bajo, rubio o moreno, joven o viejo, pues la distancia no me permite apreciar tales detalles y él, por parte simula su “voyeurismo” apagando la luz, si es de noche, o, si es de día, ocultándose, en parte, tras las cortinas de su ventana. Intuyo que debe estar casado pues su fisgoneo a veces se ve repentinamente truncado por la llegada de una figura femenina de la que tampoco puedo dar ningún pormenor, salvo que, por su silueta, presumo la de una mujer de mediana edad. Cuando esto ocurre enciende la luz, si es que la observación es nocturna, y al instante puedo apreciar dos sombras, la de él y la de ella. Si es que es de día, se retira rápidamente de las cortinas a medio descorrer, o bien se asoma al exterior como si estuviera observando algo interesante que sucediese en la calle.
No se “cuánto” puede apreciar de mi anatomía, la verdad, pues, como ya he dicho, la distancia entre ambos edificios es lo suficientemente amplia como para albergar dos calles de doble dirección con sus aparcamientos, arbolado y aceras y un colegio público, con sus instalaciones. Puede que tenga una vista privilegiada o quizá supla la lejanía con su imaginación o hasta cabe la posibilidad de que haga uso de algún aparato óptico que permitan acercar mi cuerpo junto a sus narices. No lo se. Tampoco me importa gran cosa. Si quiere mirar pues que mire y si con eso disfruta pues fíjate qué bien que con bien poco se conforma. Lo que si me admira no solo es su constancia (son dos años largos los que me obsequia con su observación) sino hasta qué punto tiene controlados mis hábitos. Quizá lleve apuntado en una libretita mis idas y venidas. Por ejemplo, por la mañana debe saber que en cuanto me ve vestida es señal de que me voy a ir a la playa y no regresaré hasta la hora de comer. Si por algún casual cambio esta rutina, tranquila que las cortinas estarán sin descorrer. No ocurre así a mi regreso que presumo me espera impaciente con su cabecita asomada por una rendija de las cortinas.
Tras ducharme suelo salir envuelta en la toalla playera a la terracita a la que se accede a través del salón y que comunica con una ventana a mi cuarto, para colgar el bikini en el tendedero. Acto seguido hago lo mismo con la toalla que envuelve mi cuerpo y de dos saltos ya me encuentro dentro del salón. Este escaso minuto en el que no me encuentro mas que con la única vestimenta que unas zapatillas debe volverle loco de alegría pues a esas horas en las que el Sol da de plano contra su ventana estar asomado como un centinela ojo a vizor se convierte en un verdadero acto heroico.
Por la tarde lo tiene mas fácil pues, como ya he señalado, la ventana de mi cuarto y la que él emplea como “punto de observación” están enfrentadas, aunque en esa lejanía que parece no importar. Como buena parte del tiempo la paso en la habitación ante el ordenador, tumbada en la cama o haciendo mil cosas se puede decir que el personaje tiene “sesión continua” de “cine”, y para su mayor “aliciente” señalo que, si bien habitualmente, en casa suelo ponerme “cualquier cosa” sin fijarme demasiado en lo “presentable” o “impresentable” que resulto, cuando me encuentro solita y, naturalmente, hace buen tiempo (por ejemplo en el instante en que estoy escribiendo) la “cualquier cosa” con la que cubro mi cuerpo suele reducirse a la mínima expresión y, con frecuencia, a ninguna, salvo las zapatillas. A veces ni las zapatillas siquiera. Creo haber dicho en alguna otra entrada que me encanta el nudismo. En este aspecto mi incansable “mirón” no creo que se sienta defraudado que su preocupación no la debe tener con lo lo que “ve” sino con la mujer que de un momento a otro acabará descubriendo sus “aficiones” y con este Sol ardiente de verano que durante toda la tarde seguirá dando de plano contra su ventana amenazando con derretir su cabeza.
Ya me he acostumbrado a su mirada clavada en mi cuerpo y casi puede decirse que me hace compañía. Si por un casual algún día no se descorren ligeramente sus cortinas para aparecer tras la rendijita la silueta de su cabeza pienso preocupada si le habrá ocurrido algo. Ya veis qué cosas. Aunque no suele suceder tal cosa que pronto vislumbro la cortina descuidadamente descorrida brillando por la rendija que descubre algo que presumo sean quizá unos prismáticos.
No se si seré objeto de curiosidad por alguien mas. Puede que si, puede que no. Yo al menos no me he percatado de ello. Antaño fui objeto de similar veneración de un recién estrenado estudiante de Derecho, cosechador de suspensos por su mucha afición a mirar hacia mi ventana y poca hacia los libros. Curiosamente ocupó con sus padres en alquiler la vivienda de mi actual “mirón”. Se conoce que es lo que se llama una vivienda con “vistas”. Al cabo de un año los padres adquirieron otra vivienda en propiedad en el otro extremo de la ciudad con lo que se le terminó la “vista” y en compensación le empezaron a llegar los aprobados. A éste si que llegué a conocerle pues logre “localizarle” y un día le paré en la calle. Como de cerca ni idea de quién era yo, tuve que explicarle que yo era la “visión” que escudriñaba allá a lo lejos. Se puso colorado como un tomate y acabamos siendo buenos amigos.
Tomó el relevo mi actual y misterioso “voyeur”. Como ya he dicho no se si es joven o viejo, alto o bajo, gordo o delgado, rubio o moreno. Tampoco tengo mucho interés en averiguarlo aunque, reconozcámoslo, si un poco de curiosidad. Quizá algún día lo averigüe. De momento aquí tengo su mirada como si de un perenne centinela se tratase. A veces, lo que son las cosas, me entran ganas de agitar mi mano enviándole un saludo.
8 comentarios:
bellos cuadros, si señor
Te repito las gracias que te di en mi correo.
Hola, leo con interés tus reflexiones, entiendo que en tu casa te muevas con la libertad que a tí te apetezca pero no entiende la importancia que le das a esa gente morbosa, el tiempo que dedica a escudriñar, que no mirar, el voyeur de turno, me parece reflejo de una personalidad mezquina, si además vive con otra persona, no pierdas ni un segundo de tu preciao tiempo para según que cosas...Saludos
En absoluto le doy importancia ni, por supuesto, va a condicionar, ni un ápice, mi forma de ser. Simplemente "alucino" lo vacía que tiene que estar su vida para dedicar tanto tiempo a escudriñarme en la distancia con la cantidad de cosas que se pueden hacer.
Te visualiza y tal vez te idealiza: tal vez no sólo busca tu cuerpo con su mirada, tal vez busca captar tu esencia en un momento tuyo de descuido.
Tal vez busca robar la magia de un momento atrapándote en su mirada: tal vez eres la musa de sus sueños más profundos, de sus anhelos más intensos...
Posiblemente le guste soñar despierto.
Me gusta tu relato, gracias.
Seguiré mirándote...
Yo no puedo verte, estás demasiado lejos... ¡pero mi imaginación si alcanza a ensoñarte... colgando esa segunda toalla..., quizá sin tanta prisa ni temor a que alguien pueda verte...!
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