Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 28 de noviembre de 2010

MEDITACIONES EN LAS TINIEBLAS

En mi última entrada hablaba sobre una “idea luminosa” que, desde tiempo atrás, andaba zumbando en mi cabeza como si fuera un moscardón. Una locura, demasiado loca como para que tuviera algún asomo de éxito. Quizá por su eso mismo, por su propia irracionalidad, fuera por lo que me atraían sus cantos de sirena hasta el punto de acabar sucumbiendo. A veces las locuras muy locas se tornan en realidad que si con la quietud tan solo se obtiene aletargarse en la conformidad, es con la osadía el único camino para conseguir el éxito. Eso ocurre a veces, claro está, que cuando el Hado está en que no ya te puedes empeñar lo que quieras que va a ser que no y en mi caso ha sido que no. El viaje a Munich, aquel ya lejano viaje a Munich, lleno de ilusiones, pretendiéndome comerme al mundo en un bocadillo quedó reducido a una mera visita turística, agradable y todo lo que se quiera, pero que distaba mucho del propósito original. Así ocurre con las locuras muy locas, o conquistas un Imperio como Hernán Cortés tras destruir sus naves o te precipitas contra el suelo como Ícaro cuando alegremente volaba hacia el cielo emulando a los pajaritos. En mi caso ni me he dado ningún batacazo, ni he conquistado nada. Tan solo me he limitado a echar un breve vistazo a través de una ventana para comprender al instante que todos mis planes deberían de esperar y matizarse un poquito o un muchito.

Regresé, pues, a casita. A la de mis padres, se entiende que si ya me gustaría tener la mía propia y llevar una vida libre e independiente, eso, de momento y hasta vaya usted a saber cuándo, es tanto como soñar con tocar la Luna con un dedo. De nuevo a la “normalidad”, a la vida cotidiana que pesa sobre mi como una losa. Qué bien. Pocas perspectivas parecen abrirse ante mí que los tiempos en los que estamos, con una economía hecha unos zorros, no son como muy propicios para mercados artísticos y lindezas por el estilo, máxime cuando se trata una artista como yo de la que han oido hablar cuatro gatos, quizá exagere y sean solo tres. La inmensa, inmensísima, parte de los compradores lo hacen mas por la firma que por la pintura en si, por la cosa esa de la especulación y tal que el arte en si les importa tres pepinos y medio. Pocas perspectivas, en efecto, y aún así no debería quejarme que cuando echo una mirada hacia la mayor parte de mis amigos la situación no es muy halagüeña que digamos. Vale, no me quejo, que tanto me va a dar, tan solo constato un hecho. A trancas y barrancas y casi de verdadero milagro seguiré “tirando”, al igual que lo he hecho hasta ahora y vete tu a saber por cuanto tiempo.
Regresé, pues, a casita, como ya he dicho, para caer en una apatía total. Maravilloso. El tiempo detenido ante mis narices y yo contemplando las musarañas en un estado de indiferencia total. Pinto poco y lo que hago no me gusta, tampoco tengo mayor ilusión por descubrir nuevos caminos artísticos. Hasta finalizar las pocas obras en curso se presenta como un verdadero martirio. Acabé en una dejadez total de la que, poco a poco y afortunadamente, he ido saliendo. Pronto a unirme a cualquier jolgorio nocturno que, de prolongarse hasta altas horas, mejor que mejor. Y si la juerga es loca y desenfrenada, de maravilla. Aunque esto no es ninguna novedad, reconozcámoslo, como tampoco lo es el levantarme de la cama a media mañana cuando no cerquita ya la hora de comer. Por lo demás, el resto del tiempo prácticamente se puede resumir en un continuo afán por quemar las horas sin mayor ilusión que desear que pasen. Largas horas ante el ordenador navegando sin ton ni son por Internet. Ninguna otra utilidad, ni poner un poco de orden en el batiburrillo de carpetas archivadas ni siquiera abrir el correo que estaba a punto de reventar pues la mayor parte de mis conocidos solo pueden contactar conmigo a través de e-mails. Cuando finalmente decidí abrirlo me encontré con más de 200 mensajes esperando pacientemente a que me decidiera a leerlos.

Días vacíos y angustiosos que, afortunadamente, han quedado atrás como una mala pesadilla. No es que la situación haya cambiado ni un ápice, simplemente he optado por seguir la táctica del avestruz escondiendo mi cabeza lo mas profundamente posible en la tierra para no ver lo que ocurre a mi alrededor. Mis amigos, conocidos, la gente mas afín, aquéllos con los que me encuentro cada día, con aquéllos que no he cruzado nunca ni media palabra pero que por terceros conozco su vida y milagros, cada día que transcurre se encuentran en una situación mas caótica. Muchos ni se acuerdan de la última vez que cobraron un sueldo a fin de mes, otros tienen la suerte de conservar un empleo cada vez mas en precario, los afortunados que han logrado aprobar cualquier oposición para acceder a alguna plaza de la Administración, pues fíjate qué bien aunque en contrapartida les esquilmen parte de su salario porque si. Los que aún no han finalizado sus estudios maldita la gana que tienen de hacerlo sabiendo que les esperará el desempleo mas absoluto, y los que tienen ya su título debajo del brazo preparan oposiciones de lo que sea sin acertar que otra cosa hacer de su vida. Los jóvenes y los que no son tan jóvenes vivimos en casa de nuestros padres y a saber por cuánto tiempo. Eso contando que los progenitores aún conserven algún ingreso que en otro caso las cosas se complican. Los comercios desaparecen de día en día como tragados por la tierra. Los letreros que anuncian “liquidación por cierre” son ya un motivo más del paisaje urbano. Un tiempo prudencial mas tarde será sustituido por otro nuevo cartel indicando que se alquila el local y allá permanecerá muerto de risa por tiempo y tiempo pues ofertas de alquileres son lo que sobran. Los jubilados temerosos de que les quiten parte o todo de su pensión que de hecho ya han sido convenientemente esquilmados con su congelación. A veces este es el único ingreso familiar donde se cobijan hijos y nietos.

Por encima de este desastre, volando sobre una nube dorada están los políticos, los que nos han conducido a esta hecatombe. Tenemos para dar, regalar y aún nos sobraría un buen puñado. Junto a ellos los amigos, amiguetes, amiguillos, afines y demás especialistas en el alegre arte de vivir del erario público sin dar un palo al agua. Vivir bien, se entiende, en plan ricachón que hacerlo como un infeliz no tiene mérito. Si se hiciera una ciudad para todos ellos sería la segunda o tercera de España en población. Maravillosa nube dorada que navega sobre los infelices mortales en un alegre jolgorio de ineficacia, injusticia, mentira y corrupción. Toda una gozada.
Leer los periódicos es caerse la moral por los suelos. Mejor ignorarlos. Mirar a nuestro alrededor es encogérsete el corazón. Mejor, lo dicho anteriormente, esconder la cabeza lo mas profundo posible, como los avestruces. Quizá lo sensato sea ignorarlo todo, tratar de mantener la mente en blanco y llevar una vida desenfrenada, cuanto mas mejor, aun a riesgo de la autodestrucción. Es posible que sea lo más sensato, no lo sé, aunque no deja de ser una idea.