Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 17 de mayo de 2009

EL PENE DE ORO


SOL (Desnudo en amarillo)

Lo bueno, o malo, que tiene Internet es que sabes cuando entras pero nunca puedes predecir cuando vas a salir. Con frecuencia acudes en busca de algo muy, muy, muy, pero que muy concreto que no te llevará mas allá de cinco minutos, y al cabo de una hora te preguntas qué diablos haces perdiendo el tiempo mirando aquella página web que te importa tres pimientos y cual era, en realidad, tu búsqueda inicial de la que ya ni te acuerdas. Es como una droga. Yo lo comparo un poco a una enciclopedia que cuando la abres buscando una palabra acabas perdiéndote entre sus páginas leyendo lo mas inverosímil. Me encantan las enciclopedias y me encanta Internet, por eso digo que no se si es lo bueno o malo que tiene. Bueno, por las curiosidades que encuentras a tu paso. Malo, por el tiempo que empleas en ello y que se te va sin sentir.

Navega que navegarás, anteayer acabé aterrizando en un Foro donde alrededor de una docena de contertulios varones competían en narrar unos “éxitos” amorosos, mas fruto de imaginaciones febriles que de la cruda y triste realidad. Largas, larguísimas narraciones clónicas que podían resumirse en cinco sencillas palabras: tetas, culo, pene, vagina y orgasmo. ¿Qué mas? Nada mas. Eso era todo. Por su extrema simplez no me resistí a la tentación de leer tales “aventuras”. No tenían desperdicio.

La descripción que hacían de si mismos se reducía en exclusiva a sus “increíbles” órganos sexuales. Por supuesto, todos ellos, de unos tamaño tan asombrosamente generosos que les hacían mas propios de ser exhibidos como “fenómenos de feria” que utilizados en artes amatorias. A la par, tan insaciables que asemejaban al rifle de Búfalo Bill aquel con el que mataba a cuatro indios a cada disparo y al que nunca se le acababan las balas. No era pues de extrañar que ante la visión de semejantes artilugios las féminas se apresuraran a levantar sus faldas o , según el caso, bajar sus pantalones para entregarse a un loco frenesí amoroso en una interminable sucesión de orgasmos. ¿Acaso una mujer puede desear algo mas? Poco importa que el poseedor de la maravillosa “verga” sea agraciado o “mas feo que Picio”, agradable o “macarra” perdido, que huela a rosas o no se haya duchado desde hace un año y le “canten” sus sobacos hasta “La Traviata” Ni siquiera importa si sus mocos le caen hasta la barbilla. Finalizada la “función”, todas, absolutamente todas, muy, muy, pero que muy agradecidas por el infinito placer gozado, rogaron, suplicaron y hasta mendigaron, la pronta repetición de otro encuentro similar. Y es que un “chollo” así no lo encuentra una cada día.

Sobre las chicas, (amigas, compañeras, vecinas, la socorrida primita tan “cachonda” ella, o la novia de un amigo, que tanto da para lo que nos ocupa), se extendían un poco mas en su descripción. Un poco, poquísimo, mas. Tan solo mención a alguna cualidad “importante”. Indicaban, al efecto, que eran “guapísimas”, con “buen culo” y “grandes tetas”. ¿Hace falta indicar algún detalle mas? Lo importante es lo importante y con “culos” y “tetas” ya está dicho todo que a fin de cuentas tan solo ocupaban en las historias mas que unos modestos papeles secundarios de meros “trofeos de caza”, y la breve reseña tan solo tenía por misión señalar que la pieza obtenida era digna de la maravillosa escopeta empleada.

Sin ánimo de poner en entredicho la veracidad de aquellas aventurillas, que es cosa que ni me va ni me viene, aunque si, empero, los detalles, harto exagerados, de sus narradores, esas simples, simplísimas, simplonas historietas, con poca imaginativa y menor conocimiento de causa sobre la sexualidad femenina, me hicieron pensar en algo que ya sabía sobradamente y es en la diferencia tan tremenda existente entre las ideas sexuales de ambos sexos y como el hombre cree poder extrapolar su sentido de la sexualidad hacia el de la mujer.

Para el hombre la sexualidad parece girar en exclusiva alrededor de su pene. Así de simple y de sencillo. El resto del cuerpo queda eclipsado por este apéndice que es el indiscutible rey. Y como por aquello de “ande o no ande la burra grande” ansían con toda su alma que el suyo sea mas propio de un elefante que de un ser humano. Es el culto fálico por excelencia que debe formar parte de los genes masculinos pues en todas las culturas y ya desde la prehistoria nos han llegado pinturas y esculturas de piedra destinadas a ensalzar tan maravilloso órgano dotándole de unos tamaños mas que irreales .

Este deseo obsesivo masculino por la exuberancia del “pinganillo” que les cuelga siempre me ha hecho gracia habidas cuentas de que, como todo el mundo sabe, no es el tamaño de la batuta la que hace de un músico un buen director de orquesta. Tampoco resulta a la féminas, como muy apetecible, sufrir desgarros vaginales. Ni, por supuesto, se van a sentir transportadas al Séptimo Cielo “solo” por la visión de semejante “maravilla”. Se requiere “algo” mas. Y a menudo este “algo” no llega.

Mucha gracia me hizo, en particular, la facilidad con que mencionaban los orgasmos (así en plural) que provocaban en sus compañeras. Para la egolatría masculina el razonamiento es tan simple como una línea recta. Si ellos profesan adoración hacia su miembro qué cosa mas lógica que la mujer se entusiasme tanto ante tal visión que el tener no uno, sino varios orgasmos sea como una obligación. ¿Sabrían realmente de lo que estaban hablando? Tengo mis serias dudas. Me recordaron la anécdota de aquella señora de pueblo cuyo marido presumía de ser un amante consumado. Un par de veces a la semana “entraba” a su mujer, pero tan precipitadamente y con tan malas artes que para ella mas que placer era una penosa obligación. Mientras duraba el acto la buena señora tenía puestos sus pensamientos en los quehaceres domésticos a realizar. Una vez finalizado el encuentro el marido la preguntaba muy ufano qué le había parecido a lo que ella contestaba mecánicamente “bien... muy bien...” mientras mentalmente se decía “ .... y poner la lavadora, poner los garbanzos a remojo, remedar los calcetines del niño ...” . Sucedió que un buen día la hicieron una entrevista para una revista feminista y entre otras mil cosas la preguntaron por sus relaciones sexuales y si alcanzaba el orgasmo. Ella que, a parte de no disfrutar con tales relaciones, como ya he dicho, era un poco ignorante, contestó ante el asombro de la periodista, “mire usted, nosotros somos gente muy humilde y de cosas de música no conocemos nada de nada. El único que en el pueblo tiene un “orgasmo” es el señor párroco en la iglesia”.

En fin, como una vez nos espectó una señora entrada en años en una reunión femenina ante el regocijo del resto de la concurrencia, “el hombre presume de tener una ametralladora cuando realmente lo que tiene es una escopeta de feria. ¡Eso si lo que lleva no es la carabina de Ambrosio!”.