Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

sábado, 23 de agosto de 2008

HISTORIAS TONTAS DE MI CUMPLEAÑOS





SOL (Apunte de desnudo)


El pasado día 15 ha sido mi cumpleaños, veinticinco añitos de nada o, si se quiere, un cuarto de siglo que tanto da. Felicitaciones, abrazos, besos y regalitos. Mis padres añaden a lo anterior el clásico consejo paterno, que todos los padres del mundo se encuentran en la obligación de derramar sobre sus hijos sin demasiada convicción sobre sus resultados. En esta ocasión ha tocado algo así como, “esperemos que a la edad que tienes ahora te “centres” de una vez en la vida”. Una frase realmente profunda que no viene a decir nada en absoluto. No padres míos no, no hace falta que me “centre” ahora con mis veinticinco recién estrenados que siempre he estado centrada y bien centrada, fijaos si lo estaré que de toda la vida me he considerado el centro del Universo sobre el que gira todo lo demás. En fin, cosas de padres. En años precedentes he ido pasando por, “ahora que eres mayorcita”, “ahora que eres casi una mujer”, “ahora que eres una jovencita”, “ahora que eres una mujer”, “ahora....”, etc. etc. Y el consejo final ha variado de, “mas ordenadita”, “mas responsable”, “menos alocada”, “mas sensata”, etc. etc.

En el caso de mi hermana no existe moralina alguna pues de todos es sabido que es una chica responsable y ejemplar. En mi caso es necesaria la recomendación pues soy lo que podría definirse como “un caso perdido” de locura e irresponsabilidad. Mi hermana, por lo visto, ha encontrado su “lugar en la vida” a los ojos no solo de mis padres sino de todas las personas paradigmáticas que de ese asunto del lugar a ocupar deben entender mucho. Yo, por lo visto, debo de andar navegando de Galaxia en Galaxia. Mi hermana estudia una carrera “seria” como es Arquitectura que no se sabe cuando va a terminar y cuando eso suceda a buen seguro integrará las listas del paro. Pero se dedica a algo “serio”. Y, además, tiene novio que dice mucho en su favor pues es lo que “tiene que ser”. En cuanto a mi, pues ya veis, yendo de la Ceca a la Meca y con este oficio tan “poco” serio me gano mis dineritos desde hace años y me divierto a tope. Pero claro, no estoy “centrada”. Como ya he dicho en otra entrada al “blog” mis padres respirarían aliviados si de la noche a la mañana me convirtiera en una funcionaria triste y amargada pero con el sueldo asegurado, o, mejor aún, que me casara con un hombre acaudalado aunque fuera mas feo que “Picio”. Lo dicho, cosas de padres.

Comida de celebración en el apartamento de la playa a donde escapan mis padres seguidos de mi hermana en cuanto empieza el verano. Una delicia, y no me refiero ahora al apartamento sino al hecho de que desaparezcan todos de casa dejándome solita y a mis anchas. Tradicional comida familiar de celebración en la que empiezo a sospechar que todos nos aburrimos como hongos, pero las tradiciones familiares son así. A mayores me encontré con la “grata” sorpresa de que mi hermanita, muy generosa ella, había invitado a su novio a “pasar unos días”. Maravilloso. Si el apartamento es de por si bastante justito, llevar un invitado equivale a pasar de estar “apretados” a estar como “sardinas en lata”. Ya puesta le había cedido olímpicamente mi habitación. Una delicia. ¿A quién no le encanta ir a pasar su cumpleaños con su familia y encontrarse con su habitación ocupada, tener que dormir en el sofá y soportar las sandeces del hombre mas aburrido del Mundo? El panorama resultaba de lo mas alentador.

Naturalmente que protesté, sabía que iba a ser inútil pero protesté. Airadamente manifesté que si mi hermana tenía la desastrosa idea de invitar a su “media naranja”, que ya eran ganas cuando podía estar tranquilita libre de semejante “soseras”, que le cediera su cuarto si quería y fuera ella a dormir al sofá, o, mejor aún que le hiciera un sitio en su cama que eso de la virginidad está muy bien para cosas de santos pero no para una persona de “su edad” (puse énfasis en esto último). José Luis, el novio de mi hermana, se puso todo colorado manifestando su intención de no querer molestar, a lo que yo, que ya había puesto el pié en el acelerador, le repliqué que no dudaba de sus buenas intenciones pero que molestar, lo que se dice molestar lo había conseguido plenamente. Medió mi madre. Saltó por alto la alusión sobre la virginidad de su hija mayor y afirmó rotundamente que a mi no me “molestaba” dormir en el sofa, “¡total por dos noches!”. Pues muy bien, mi madre da por sentado lo que me tiene o no que molestar. Una causa perdida. ¿Y mi hermana? Pues calladita, calladita como el que oye llover que para eso es una chica “ejemplar” y las chicas “ejemplares” hacen su capricho sin pensar en los demás.

Ya que había que resignarse ante lo inevitable decidí sacar el máximo partido posible.

La primera ocasión la tuve el mismo día de mi llegada cuando oí unos golpecitos en la puerta del cuarto de baño mientras estaba enjabonándome en la ducha al tiempo que una voz aflautada preguntaba desde el otro lado de la puerta si había alguien en el interior.

Hago un inciso para señalar que desde tiempos inmemorables el único cuarto de baño del apartamento tiene el pestillo estropeado. Es de esas cosas que pasan de decir “hay que arreglarlo” a convertirse en algo tradicional y asumido por todos nosotros que cada vez que vamos a hacer uso del mismo previamente aporreamos la puerta como un tambor al tiempo que gritamos como energúmenos “¿¿¿Hay alguien ahí???”. Como digo es algo tradicional, y es tal la costumbre que a veces se hace estando una sola en la casa. Pero un hábito adquirido durante años no funciona bien con los foráneos por mucho que se les advierta previamente de ello.

Parece ser que, al poco tiempo de llegar, José Luis se olvidó por completo de lo de golpear la puerta y dar la señal de aviso y dio lugar a una situación bastante grotesca al encontrar a su futuro suegro en una situación harto delicada como es la de estar sentado en el “trono celestial”, periódico en mano y con los pantalones caídos. Salió rojo como un tomate musitando “perdón, perdón, perdón” y mi padre, al que la inoportuna “visita” le hizo la maldita gracia que es fácil de imaginar, bufó que en esa casa ya no se podía ni “cagar” a gusto.

A partir de este suceso le entró un gracioso tartamudeo cada vez que se encontraba en presencia de mi padre y, por supuesto, se cuidó muy mucho de no olvidarse dar los golpecitos de rigor en la puerta y gritar la señal de aviso aunque fuese con su voz de tiple afónica.

Pues vale, llamó y yo permanecí en silencio oculta al abrigo de las cortinas de la ducha. Entró en el cuarto creyéndolo vacío y sin mas dilación se puso a orinar. Yo no tenía ningún plan preconcebido, pero todo se desarrolló sobre ruedas. Apenas oí el sonido del chorrito en el inodoro asomé mi cabeza entre las cortinas y grité con todas mis fuerzas “¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Me quieren violar!!!”. El infortunado dió un salto que le hubiera valido para clasificarse ampliamente para las Olimpiadas, al tiempo que “regaba”, como un alegre jardinero, todo lo que estuviera a medio metro de su alrededor, inclusive a él mismo. Desapareció precipitadamente, luchando con la cremallera de su bragueta, musitando “Perdón, perdón perdón, ...” .

Ni que decir tiene que me faltó tiempo para envolverme en una toalla y salir pisándole los talones. “¿¿¿Sabéis que el muy sinvergüenza quería entrar conmigo en la ducha???”. Y el pobre José Luis “Perdón, perdón perdón, ...”. “¡Qué caradura!¡Queriendo poner los “cuernos” a su novia con su hermana!”. Y el otro en el colmo del bochorno “Perdón, perdón perdón, ...” . “Además es un “meón” ¡Se ha meado encima y ha dejado el cuarto de baño perdido!”. “Perdón, perdón perdón, ...”. “¡Fijaos como lleva los pantalones de meaos!”. “Perdón, perdón perdón, ...”. “¡Pues vaya “joya” de novio que te has echado!”. “Perdón, perdón perdón, ...”....

En fin, durante un par de minutos mis padres y mi hermana asistieron a una representación surrealista que se les escapaba, escapaba, escapaba. Un par de minutos gloriosos. Poco a poco fueron “aterrizando” en la realidad. Mi hermana dando un bufido fue en busca de la fregona para limpiar el suelo del baño. Mi madre me dijo que ya estaba bien y que fuera a terminar de ducharme y vestirme, tranquilizó al pobre José Luis quien no acertaba a decir otra cosa que “Perdón, perdón perdón, ...”, aconsejándole que no me hiciera el menor caso, proporcionándole, finalmente, unos pantalones cortos de mi padre para que se cambiase.

Cuando reaparecí, ya duchada y vestida, el novio de mi hermana se me quedó mirando muy serio, luego se quedó pensativo como si meditase en algo muy, muy profundo, finalmente rompió a reir con risa de conejo, “Ji, ji, ji, ji, ji ....”. ¡Mira por cuanto le había hecho gracia la broma que le había gastado!. Acababa de pasar de ser la hermana “rara” de su novia a la hermana “simpática”.

Siguieron algunas pequeñas anécdotas mas destinadas a irritar a mi hermana, cosa nada difícil por cierto, que a otra cosa. A José Luis le hacían gracia mis ocurrencias obsequiándome con su “Ji, ji, ji, ji, ji ....” de conejo paranoico. Olga, por la presencia de su amado, aguantaba el “chaparrón” lo mejor posible aunque si le hubiesen acercado una cerilla habría ardido como una tea. Sabía que en días venideros sufriría su venganza pues mi hermana no es de las que olvidan tan fácilmente. Pero eso sería en días venideros. De momento me sentía como una diosa en el Olimpo. Aprovechaba, naturalmente, cuando no estaban mis padres presentes pues en caso contrario hubieran puesto fin a la “función” nada mas empezar.

Un tema que siempre daba resultado era todo lo relacionado con la “mojigatería” de mi hermana. Por ejemplo, poniendo una cara que reflejaba el colmo de la inocencia les pregunté si ellos no hacían “cositas”. Como no entendían a que me estaba refiriendo con dicha palabra pues, tonta ella, pánfilo él, empezaban a divagar por los derroteros mas inverosímiles, tuve que aclarar que me estaba refiriendo a cuestiones relacionadas con el sexo. Él se puso colorado y en cuanto a ella sobrepasó el rojo de ira para adquirir un color morado. “¡¡¡ A ti qué te importa, imbecil !!!”. Las respuestas de mi hermana siempre han sido de lo mas contundentes. José Luis hizo un amago de explicación indicándome cómo de “mutuo” acuerdo habían decidido “respetarse”, lo que traducido al cristiano viene a significar que, en efecto, no hacían nada de nada. Inquirí entonces si el fondo de semejante “dieta” de castidad estaba debido a que él era “mariquita” o ella una “estrecha”. Me aseguró que de “gay” nada tenía, por lo que cuando afirmé que entonces el problema radicaba en la “estrechez” de ella que, aunque no llevara hábitos era mas monjil que la monja mas monja. Me miró con complicidad y ensayó su risita conejil “ji, ji, ji ...” que se vio truncada al instante por la aplastante mirada de mi hermana. “¿¿¿Y tu qué eres idiota??? ¡¡¡Eres... eres ... eres ... !!!” Olga cuando quiere herirme muy, muy, muy, pero que muy profundamente acaba por “trabucarse” y no encontrar calificativos lo suficientemente mordaces con que obsequiarme.

Con todo esto llegó el día de mi cumpleaños con las felicitaciones, besos, abrazos, frases moralizantes que ya he mencionado y también los regalitos, claro está. De pequeña estos eventos me producían mas ilusión, imagino que como a todos, a estas alturas se vuelven mas prosaicos. Mis padres me regalaron, lisa y llanamente, dinero. Lo mas sencillo y de lo que mas necesitada estaba. Jose Luis me había comprado una caja de bombones que a esas alturas se encontraba mas que mediada pues me la entregó cuando llegué, posiblemente para aminorar el mal efecto que me iba a causar por haberme “robado” mi habitación. Mi hermana me tenía reservada una chaqueta veraniega de lino, muy bonita por cierto, que tenía un cierto mensaje oculto. Al entregármela me indicó que era para que me “tapase” y no “cogiera frío” cuando saliera por la noche. Entendí el mensaje. Al principio del verano se quedó mas que alucinada por el escote tan “exagerado”, bajo su punto de vista, que tenía el vestido con el que me disponía a salir aquella noche. Se trataba de un atuendo que me pongo cuando quiero volver bizco a algún chico como el que desde hacía minutos me aguardaba impaciente frente al portal y con el cual me siento capaz de hacer perder el paso a todo un desfile de la Legión. Boquiabierta me preguntó si me “atrevería” a “salir así” y cuando, con toda naturalidad, la respondí afirmativamente, exclamó que cada vez que me inclinase se me vería “todo”. La corregí indicándola que lo que se me vería no se llamaba “todo” sino “sujetador”.

En fin, pasó la celebración familiar con mas o menos anécdotas. A media tarde me vendría a buscar un amigo que me llevaría en su coche hasta Valencia. Por la noche tendría otra celebración de cumpleaños mas loca y desenfrenada con el grupo de amigos. Es la que llamo yo “celebración – celebración”. Pero esto es ya otra historia.