Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 20 de julio de 2008

VIAJAR Y SOÑAR




SOL (Gea)

El día en que ocurra un milagro muy milagroso y que disponga de tanto, tantísimo dinero que pueda permitirme el lujo de entrar en un restaurante sin mirar previamente la lista de precios, me dedicaré a viajar por todo el Mundo. De momento he de contentarme con hacerlo con el “Google Earth”, mirar imágenes y soñar. No se cuándo llegará ese feliz día, yo ya pongo mi granito de arena jugando, cuando me acuerdo, a la “Bonoloto” y dando golpecitos a las botellas vacías que me encuentro por si diera la casualidad que en su interior dormitara un genio que me concediese tres deseos. De momento he de contentarme con desplazamientos muy modestitos y muy en precario aunque no por eso llenos de encanto de los que disfruto como si hubiera ido al País de las Maravillas.

El día que ocurra el milagro milagroso, pues ya digo, a viajar sin parar en un globo de colores, que resulta la mar de romántico, o, lo mas probable, en un “jet” que es mas rápido y cómodo. Tiene que ser bonito eso de cerrar los ojos, dar vueltas al globo terráqueo, apuntar con el dedo y decir “aquí”. Luego dar órdenes al mayordomo para que prepare el equipaje. El inconveniente es si el lugar señalado cae en lo alto de un picacho o en medio del océano infectado de tiburones. Pero ¡Ay! Me temo que tendré que seguir soñando, imaginando y utilizando el “Google Earth” durante una larga, larguísima temporada y aprovechar cualquier ocasión para desplazarme aunque tan solo sea a la “vuelta de la esquina”.

El pasado día 7, festividad de San Fermín, regresé, de un viaje pequeñito, pequeñito pero que a mi me satisfizo plenamente. En total siete días, unos centenares de kilómetros en coche pagando el combustible entre los cuatro que integrábamos la “expedición”, alojamiento en casa de la novia de uno de los que venían, y, como exceso, en un par de “casas rurales”, comidas mitad de “bocatas” y mitad de restaurante económico, algún que otro café, alguna que otra cerveza, alguna “copichuela” para “animar”, y sanseacabó. Pero sobretodo mucha risa, mucha alegría, mucha ilusión, disfrutando al máximo de cada paisaje, de cada monumento que nos encontrábamos, de cada pequeña sorpresa que recibíamos, de cada explicación que tenía a bien darnos cualquier lugareño.

Os lo cuento.

Calatañazor. Siempre había oído decir que fue el lugar en el que Almanzor perdió su tambor, pero no, que era su “atambor” el que extravió. Tanto da, pues “atambor” era como se llamaban los tambores antaño. Siempre me ha intrigado tal afición musical del caudillo árabe. ¿Por qué no mejor una flauta que resulta mas fácil de transportar?. Imaginando, imaginando he llegado a pensar que quizá fueron sus propios hombres los que se lo escondieron hartos de la murga que les estaba dando aporreando el dichoso tamborcito día y noche. Vete tu a saber. Enigmas de la historia. Sea como fuere el lugar es impactante lleno de historia, leyendas y misterio. Lo mejor de todo es que, asombrosamente, es un pueblo prácticamente desconocido para el público general por lo que al encanto natural se une el de la tranquilidad que siempre es de agradecer. Traspasar sus murallas es entrar en un mundo medieval con sus calles sinuosas y empedradas, sus casas con entramado de madera y chimeneas troncocónicas, su “rollo” o picota en la plaza Mayor en espera de ser encadenado algún delincuente para sufrir escarnio público, los restos de su castillo, sus iglesias románicas, sus sepulcros excavados en la roca. Como cosa curiosa señalo que este lugar fue el elegido por Orson Welles para rodar “Campanadas a media noche”.

Pero aún hay mas. El lugar ha estado habitado desde épocas prehistóricas como demuestran los restos de poblados cercanos. Según opinión de algunos autores dedicados al esoterismo, no se trata de un enclave cualquiera sino el de un sitio que emana ritos misteriosos ancestrales por los cuadro costados. No en vano muy cercano se encuentra la inquietante fundación templaria de Rio Lobos y no en vano algunos de los escudos de piedra de sus casa presentan curiosos símbolos esotéricos. Vale, vale, vale. Sobre la abundancia de “lugares mágicos” en la literatura soy un poco escéptica. Me atrae el esoterismo, eso si, pero “tantos” “lugares mágicos” como vienen encontrando esos autores, me da un poco que pensar, pues va a llegar un momento que hasta la silla donde estoy sentada va a ser “mágica”.

Dicho lo anterior y sin ánimo de polemizar, agrego que, cualquier persona que tenga una cierta sensibilidad, ya no digo alta como la mía sino simplemente mediana, notará que en el ambiente hay un “no se qué” inexplicable. Señalo, como mera curiosidad, que tras una breve concentración y con los dedos de mis manos extendidos he notado una fuerte corriente de energía procedente del oeste. Otro tanto ocurrió con un péndulo improvisado a base de un trozo de lápiz en el que clavé un alfiler y suspendí de un hilo. El lápiz, en cuestión, era atraído en la dirección indicada hasta ponerse horizontal. Pero en dirección oeste se encuentra el Cañón de Rio Lobos y la capilla templaria de Ucero. Un punto interesante para alguna excursión posterior.

Burgo de Osma. Seguimos en el medioevo, pero de época mas reciente y en plan ciudad. No es ya el encanto de Calatañazor pues las construcciones de la época conviven con otras de nuestros días, aunque no por ello resulta un lugar digno de visitar. Desaparece aquí la sensación sentida en Calatañazor sobre la existencia de un “no se qué” inexplicable. No se si los autores esotéricos harán o no mención sobre la “magia” del lugar, en particular no percibí nada. Lo mejor la Catedral gótica. Todo un mundo. Precisaría como advertencia que todo un mundo “helador”. Procúrese llevar a mano una chaquetita de lana si no se quiere acabar la visita como un carámbano helado. Lo digo por experiencia propia que acostumbrada a la bonanza del clima mediterráneo mi atuendo, de lo mas veraniego, me hizo salir de su interior a los dos minutos tiritando de frío, en espera que alguno de mis compañeros terminaran su visita y me prestaran alguna prenda de abrigo. Se venera aquí a la Virgen del Espino, cuyo nombre , de por si, es de lo mas elocuente por lo esotérico. Además parece ser que en su origen fue una “Virgen Negra”, actualmente perdida y reemplazada, como tantas otras. Para mas intriga, existe en un cercano pueblo llamado Barcebal otra Virgen del Espino, hecha presuntamente del mismo árbol que se hizo ésta. Ambas Vírgenes salen conjuntamente en procesión un día determinado, pero es la de Barcebal la que tiene que ir a buscar a la del Burgo pues esta no puede abandonar el lugar. Muy interesante y evocador, pero ,como ya he dicho anteriormente, no noté ninguna “sensación especial”. Si existe alguna “magia” en el entorno ha pasado totalmente desapercibido para mi. Se conservan algunos lienzos de las murallas y una de sus puertas. Por lo demás, muy agradable la calle Mayor porticada, así como su Plaza Mayor y sus palacios. Merece que en un futuro realice una visita mas detallada.

León. León. León. Repito su nombre tres veces porque una sola vez resulta poco. Se trata de la segunda visita que realizo a esta ciudad, la primera me causó verdadero asombro, en esta segunda me hechizó por completo. La equiparo a un filón de oro del que aflora al exterior una pequeña veta pero que cuanto mas escarbas mayor riqueza encuentras. Resulta increíble esta ciudad pues vayas con la apetencia que vayas te va a corresponder con creces, bien sea arte, historia o simplemente ir de “copeo”. Espero volver por mas tiempo y dedicar una entrada de mi “blog” a ella. Para una artista como yo, el colorido de las vidrieras de su catedral brillando bajo los rayos del Sol es algo difícil de olvidar.

Al igual que en Burgo de Osma no sentí aquí ninguna sensación “extraña” que me permitiera colegir un núcleo cargado de energía y misterio. Lo siento por los escritores esotéricos que se empeñan en lo contrario, pero las cosas son así. Sé que en las cercanías existen varios lugares que bien podríamos definir como “mágicos”, pero tendrá que quedar para otra ocasión.

Valderrobles y Comarca del Matarrañas. A buen seguro que la mayor parte de los que lleguen leyendo hasta aquí no han oído hablar de estos nombres en su vida. Lo siento por ellos, pues se pierden algo bueno. No es la primera vez que estoy en este lugar ni espero que sea la última y si alguno gusta de lo medieval, insólito y buen comer, hágame caso, coja sus maletas y dese una vueltecita por acá que no se arrepentirá.

Y , en resumen, esto fue todo.

En un mundo como el que vivimos en el que la idea de “viajar” se cuenta por horas de avión, contar algo así es un poco como de risa y a la gente le parece tan poquita cosa que te mira medio sorprendida pues es como si les contaras que has ido hasta el kiosco de la esquina a comprar el periódico y has vuelto. Luego te preguntan que dónde están esos sitios que mencionas y que resultan que están aquí al lado pero no han oído hablar de ellos en la vida. Finalmente aseveran que para viaje “bueno” el que hicieron ellos que fueron, en un viaje organizado, hasta la China, o a Tailandia, o a las Seychelles, o a Madagascar, o a Australia a ver los canguros. Y si no lo hicieron ellos sería algún pariente, algún amigo, o algún conocido de un conocido que siempre tiene que haber referencia de alguien que haya ido al fin del mundo. Callan, naturalmente, el “pastón” que tuvieron que pagar para semejante aventura, las interminables horas perdidas en aeropuertos por vuelos que se retrasan, los hoteles deficientes, las comidas incomibles, los terroríficos madrugones cotidianos para aprovechar bien el día, las diarreas que les tuvieron la mitad del tiempo sin atreverse a alejarse del cuarto de baño, las visitas organizadas semejantes a la conducción de un rebaño de borregos, los insufribles compañeros de viaje, los equipajes perdidos, las discusiones, el malhumor, los pies doloridos. Callan, en definitiva, todo lo malo y resaltan todo lo bueno que en un viaje en el que has pagado un ojo de la cara por ir al Fin del Mundo todo tiene que resultar excelente, así por decreto. Se equivocan, claro está, que la vida en si está compuesta por cosas que nos resultan muy gratificantes, otras menos y otras totalmente aborrecibles, y el mérito está en saber ver de todas ellas su parte positiva.

Como siempre he sentido una profunda atracción sobre la manera de vivir, pensar y sentir de otros lugares del mundo, cuando me encuentro ante alguien que ha tenido la suerte de viajar a sitios donde yo tan solo he podido hacerlo con la imaginación, inquiero ávidamente información de su experiencia. En algunas poquitas ocasiones me siento complacida, cierro los ojos y trato de transportarme al mundo que me están describiendo. Eso es en algunas, poquitas, ocasiones que en las mas lo que me se limita a cuatro anécdotas anodinas, una visión mas que utópica del lugar y alguna que otra frase que parecen mas sacadas de cualquier catálogo de turismo que de propia convicción. Si la ocasión lo permite, te sepultarán bajo centenares de fotografías en las que aparecerá en primer plano, un señor, una señora o un grupo de señores y señoras sonrientes tras el cual apenas si se vislumbra un trocito del monumento milenario que han acudido a visitar. Tampoco sabrán decirte de qué construcción se trata ni tan siquiera del lugar pues en el trajín de unas excursiones que por tratar de ver todo se acaban convirtiendo en la carrera del maratón, no hay tiempo mas que para sacar unas fotos y fijar toda tu atención en el guía del grupo no sea que en el maremagnum existente te despistes y acabes en medio de un grupo de japoneses. Han pasado por los lugares, pero no han sabido vivirlos. Para algo así podían haberse ahorrado la “romería”.

El día que ocurra el milagro milagroso que me permita viajar a donde yo quiera, lo haré sin prisa, aspirando el aroma del lugar, escuchando cómo se expresan sus gentes, tratando de encontrar en sus ojos su manera de pensar. Resulta con frecuencia mas interesante dedicar unos minutos en tomar un café en aquel establecimiento popular que escuchar la interminable perolata de un guía de la que no acabas enterándote ni media. Hay que saber valorar todo hasta las pequeñas cosas que, a veces, resultan las mas importantes, y sobretodo estimar mas la “calidad” que la “cantidad”.