Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 18 de mayo de 2008

ACOSO SEXUAL, CORNAMENTAS Y FANTASÍA

Nika, la hermana mayor de mi amiga Silvia me hizo la confidencia de que su jefe la “acosaba”. Acoso sexual, se entiende. No tengo, lo que se dice, mucho contacto con ella, la verdad, pero mira por cuanto fui la agraciada para hacerme partícipe de sus cuitas. Estoy acostumbrada a estas cosas. En cuanto alguien de mi entorno tiene el mas mínimo problema, pues ya se sabe, acuden a mi como las moscas a la miel. A veces me pregunto si tendré cara de “kleenex”. Pues si que tiene mala “pata” la pobre, ahora que el menor de sus hijos va a la guardería y puede disponer (¡Al fin!) de un tiempo libre para poderse ganar unos euros mira por cuanto el patrón que la toca en suerte, a parte de exigirla como contable quiere llevársela al huerto. Eso es lo que entienden algunos con lo de empleada para “todo”. Un verdadero “chollo”.

Me lo confesó en un susurro mirando hacia todas partes, vigilante por si alguna oreja indiscreta surgía de debajo de las piedras, haciéndome prometer que sus palabras quedarían en mi como en un pozo sin fondo, de donde no saldrían aunque me sometieran a las mas refinadas torturas. Si fui la electa para desahogar su corazoncito era debido a que como yo soy “así” la comprendería perfectamente. No especificó qué entendía por eso de que “soy así”, si es que daba por sentado que mi vida era un continuo acosamiento sexual hacia mi persona por parte de toda la población masculina que encontraba a mi paso, o que era yo la acosadora insaciable hacia el sexo opuesto. Pues vale, dejémoslo en que yo soy “así”. Sin especificar.

- “¡¡¡Mira que si se entera Mario!!!
Mario es su marido. El candidato a “mihura”. Al que, según Nika, su jefe quiere torear con pases de pecho, “verónicas”, “manoletinas”, “chicuelinas”, estocada en todo lo alto, o en todo lo bajo y, si cuadra, vuelta al ruedo . Le aconsejé que le denunciara y ella se puso pálida como un fantasma. Nada de denuncias ni cosa que se le pareciera. La empresa donde trabaja es pequeñita, pequeñita, tanto que en las oficinas tan solo hay dos personas, el subsodicho “acosador” y ella. Mas bien debería decir que tan solo está ella que es la que se encarga desde atender al teléfono, a los clientes y proveedores, correspondencia, contabilidad y cuanto cuadre. No se si quitar el polvo y pasar la fregona también. El jefe anda por ahí haciendo cosas de jefe que se supone sean visitar a clientes, bancos y demás historias. De cuando en cuando aparece por la oficina para departir con ella lo que hubiera acaecido y al tiempo echarle los tejos. No hay, pues, testigo alguno que pueda testificar a favor de ella.

- “¡Pues plántate y párale los pies!”
Tampoco procedía mucho, pues si bien ella se siente “acosada”, no es “acoso, acoso” sino simplemente “acoso”. Es decir un “no” pero “si” o un “si” pero “no”. Y aquí ya me empecé a perder, perder, perder, perder... ¿Qué “diantres” entiende esta mujer por “acoso”? ¿Te ha “metido mano”? ¡No por Dios! ¿Te ha tocado las tetas, el culo ...? ¡Noooo! ¡Si es el colmo de la corrección!. Una vez la dio unos discretos toques en el hombro para llamar su atención, pero a eso yo no le llamaría precisamente “acoso”. ¿Te ha propuesto cosas deshonestas? ¡Ca! ¡Si el buen señor solo vive para su mujer e hijos cuyos retratos presiden su mesa de despacho!.¿Te envía correos obscenos o chabacanos? ¡Qué ocurrencias, Virgen Santa!¡Por supuesto que no! Ni correos obscenos, ni pornográficos, ni chabacanos ni nada de nada. Ni siquiera una sencilla poesía de amor. Comenzaba a sentir desesperación.
- “Soseguémonos, soseguémonos, soseguémonos... Respira profundamente tres o cuatro veces y... ¡¡¡Dime de una “puñetera” vez cómo diablos es “ese” “acoso” al que dices te tiene sometida!!!. ¿Telepáticamente quizás?”

No, no era telepático pero si bastante enrevesado. Espero no perderme en la explicación. Vale, allá va. Como dije antes la oficina es pequeñita, pequeñita, tanto que casi hay que entrar a turnos. Prácticamente un estudio un poquitín amplio o un apartamento un poquitín chiquito. Un cuarto con el despacho del jefe, un entrador en el que se ha acoplado la mesa de ella, un aseo y un cuartito minúsculo que hace funciones de archivo. Se acabó. Departen en el despacho de él. El uno sentado tras su mesa y ella en un sofá que de puro viejo se hunde hacia atrás haciéndote levantar las rodillas. Baste llevar una faldita cortita y ser un poco descuidada para ofrecer al vecino una amplia visión del color de las braguitas.
- “¡No veas qué miradas me echa!... Entrar en su despacho y mirar hacia el sofá es ponérseme los pelos de punta... ¡No quiero ni pensar si se enterase Mario!”
Si alguien ha llegado leyendo hasta aquí, imagino que habrá quedado tan perplejo como quedé yo preguntándose cómo es posible que la protagonista de esta historia no haya logrado oir hablar de una prenda sumamente curiosa y útil para casos semejantes llamada “pantalones”.

Ni que decir tiene que la parte superior también era objeto de libidinosa contemplación en tanto que al estar con la espalda reclinada hacia delante para poder tomar notas, ofrecía “sin querer” un amplio muestrario de sus interioridades. Máxime si se llevaba un amplio escote o se llevase desabrochado algún botón de mas por puro “descuido”, aunque estas últimas apreciaciones son puras suposiciones mías.

No hijita, no, que si aquí hay alguien deseosa de dar capotes a ese pobrecito de Mario que tanto mencionas , eres tu, que tu jefe debe estarse preguntando si por querer contratar a una administrativa no ha metido en la oficina a una pantera ardiente de sexo dispuesta a abalanzarse sobre él. Que le debe “acojonar” la idea de encontrarse contigo a solas, de ahí que aterrice en el despacho sumamente lo indispensable para que el negocio no se vaya a pique. Que lo que tu llamas “departir los asuntos del día” mas bien deberías llamarlo “exhibición de lencería”. Que, en definitiva, los “pelos de punta” que se te ponen nada mas ver el dichoso sofá, son los deseos que tienes de utilizar el mueble para algo mas que para asentar tus posaderas. Vamos, que en tanto los pensamientos tu jefe se concentran de factura en factura y de “fax” en “fax”, los tuyos están ocupados por la imagen de un buen “revolcón” .

Protestó aunque tímidamente.. Se puso roja como una guinda, luego, como un cesto lleno de guindas y, finalmente, como un campo de amapolas. Naturalmente que acerté en mi apreciación, aunque creo que me quizá me pasé un poco.

Nika se casó muy jovencita. Una de tantas que creen que el Mundo se va a acabar si no se atan de por vida a un “maromo” apenas dejan atrás el instituto. Tuvo un hijo, mas adelante otro y, finalmente, un tercero. Especialista en partos, vacunas, biberones, pediatras, “caquitas”, noches sin dormir y salas de urgencia con un bebé con toda la fiebre del mundo entre los brazos. Por añadido, especialista, igualmente, en compras, guisos, lavadoras, planchas, fregonas y juegos malabares para poder subsistir hasta fin de mes. Paella los domingos en casa de sus padres o de sus suegros y como algo esporádico, muy esporádico, alguna salida con un reducido grupo de amigos de esas que son ir, sentarse y volver. Así un día tras otro y un año tras otro. No es de extrañar que ahora, libre de las cuatro paredes de su vivienda, asomada por vez primera, en no se sabe cuantos años, al mundo exterior, quiera de alguna forma recuperar aquella juventud que casi se le ha esfumado ante sus narices, sentirse deseada para algo mas que para el rutinario desahogo sexual de fin de semana con su marido. Sentirse, en definitiva, mujer.

Todo es pura fantasía y de ahí no va a pasar. Al menos de momento. Nika no tiene valor para algo mas “real”. Puede estar tranquilo Mario que el único adorno “cornamental” que le puedan poner tan solo existirá en la imaginación de su mujer. En cuanto al “acosador”, tirando y tirando de la lengua a la chica llegué a la conclusión que ya había imaginado y es la de que se trataba de la persona mas “inofensiva” para tales trances. Por eso lo eligió la moza para “jugar” sin mayor peligro. Es quien lleva la peor parte e imagino que a estas alturas estará hecho un lío preguntándose si su negocio continúa como de intermediario minorista o, por el contrario, sin haberse percatado del cambio, se ha convertido en un “Sexy-shop”.

domingo, 11 de mayo de 2008

SABADO SABADETE



SOL (Leo en tus ojos)


Lo bueno de los restaurantes orientales es que te hacen un recibimiento con tanta sonrisa y tanta reverencia que te hacen sentir hasta importante y olvidas que eres un “pelao” de poca monta. Es como si al verte exclamasen, “¡Mirad quién viene! ¡Es don fulano o doña megano! ¡Qué gran honor para ésta, nuestra humilde casa! ¡Alabados sean todos los dioses que nos han escuchado! ¡Ahora si que podemos morir en paz!”. Como si te conocieran de toda la vida aunque sea la primera vez que te ven. No falla en ninguno de estos locales. En los modestitos, modestitos, el acto corre a cargo del propietario que, a su vez, actuará de “maitre” y camarero. Si acaso, se hace acompañar por algún cuñado, primo o hermano que tiene empleado en la cocina a la espera de obtener el permiso de residencia. Conforme aumenta la categoría, aumenta también la parafernalia hasta tomar aires de todo un “ballet” oriental. En los de super lujo, imagino que vendrán a tu encuentro hasta con dragones voladores. Una se pregunta de dónde sacarán para pagar a tal despliegue de personajes de ojos rasgados, pero esto es uno de tantos misterios orientales.

En esta ocasión el grupo de amigos nos hemos declinado por un restaurante japonés, o japonés-oriental, o quizá oriental a secas que no lo tengo nada claro, la mar de acogedor, la mar de evocador y la mar de todo. Un poco carillo para nuestras economías que dan pena, pero un día es un día a fin de cuentas.

Cuatro camareras, muy monas ellas con sus kimonos y dos camareros con chaqueta roja que no es que tenga gran cosa de oriental, pero bueno, puestos en fila como si se tratara de una revista militar, sonríen e inclinan la cabeza a nuestro paso al tiempo que musitan un “no se qué” en lengua exótica que imaginamos significará “bienvenidos”, “hola” o algo así, aunque lo mismo podría ser “hoy no llueve” o cualquier otra cosa. Respondemos con “buenas tardes” por la cosa esa de decir algo. Evidentemente entienden de español tanto como nosotros de su lengua, así que vuelven a sonreir, dan dos o tres reverencias mas y todos quedamos tan contentos. Se trata del “comité de bienvenida”.

Hace su aparición un nuevo oriental vestido de negro de cabeza a los pies entre nuevas sonrisas y reverencias. Es el “maitre. Damos el nombre de la reserva, “Ramón Calduch”, el otro consulta su libreta y repite satisfecho “Lalon Lalud” ampliando su sonrisa hasta las orejas como si acabara de contar el mejor chiste del mundo. Bueno, pues vale, tanto da “Ramón” que “Lalón” con tal de que nos conduzca a nuestra mesa. Las camareras enkimonadas y camareros enchaquetados desaparecen como por arte de magia . Le seguimos al igual que un grupo de turistas de un viaje organizado siguen al guía. A los tres pasos se detiene y los dieciocho que somos nos agolpamos expectantes tras él.

Una camarera, frágil como una muñequita de porcelana, se acerca corriendo a pequeños pasitos, el “maitre” la dice “algo” que nos resulta incomprensible, ella nos mira, sonríe, hace tres reverencias, nos dedica un pequeño discurso del que no entendemos ni “pum” y, finalmente nos invita a que la sigamos. Los chicos la miran embelesados pues es muy guapa. Ya en la mesa enciende una velitas que hay en su centro, nos hace tres reverencias mas, nos musita entre sonrisas y risitas algo que nuestros oídos perciben como “tichitichitichi” , repite las reverencias y se aleja a pasitos cortitos, cortitos. “Gracias”, “gracias”, “gracias” decimos todos a excepción del “cachondo” del grupo que lo cambia por “¡Qué buena estás!”. Es la encargada de conducirnos hasta la mesa y cumplida su misión no se acercará a nosotros en toda la noche.

Apenas nuestros traseros han tocado el asiento de la silla, surgen de la nada dos orientales, pequeñitos, pequeñitos. Cada cual lleva una montaña de cartas que por la inusitada rapidez con que las reparten colijo que antaño debieron ser tahúres del Mississipi.


Las cartas son curiosísimas, estrechitas y muy largas, tanto que para ver la parte superior hay que bajarlas hasta la cintura. Vienen escritas en algún idioma oriental, con esos signos tan bonitos, y debajo en español, aclarando entre paréntesis de qué consta el plato. Por si queda alguna duda está ilustrada con numerosas fotografías. Es extensísima, cerca de doscientos platos. Cuando llegas al final ya no recuerdas lo que te había llamado la atención del principio. Es muy decorativa, muy bonita de ver, como ya he dicho. Es también todo un lío a la hora de ponernos de acuerdo sobre qué pedir. Cuando llega el sonriente “maitre” dispuesto a tomar nota de lo que quieren los señores en la mesa reina el caos mas absoluto. Unos están tratando de encontrar cierto plato que les llamó la atención en el primer vistazo que dieron a la carta, otros discuten entre pedir no se qué o no se cuantos, hay quién no ha pasado de mirar las fotografías que adornan la carta, también quien trata de descubrir una traducción entre la simbología oriental y las palabras españolas, existen, por último, los que se han enfrascado en una conversación y ni siquiera han abierto la carta de los platos. Si el buen oriental no sale corriendo debe ser debido a su práctica de la filosofía Zen. Con su media lengua insinúa regresar un poco mas tarde para dejarnos pensar un poco mas lo que deseamos. Nos oponemos a ello. Sabemos, por experiencia, que “un poco mas tarde” reinará el mismo caos que “ahora”. Dieciocho personas le hablan a la vez y aunque continúa con su sempiterna sonrisa por la frente se le deslizan gotas de sudor. Guarda la libreta de notas aparentando confiar las indicaciones que se le dice a su memoria. Ha decidido, lisa y llanamente, traernos lo que le venga en gana.

Está todo buenísimo, o al menos, así me lo parece, y lo paso en grande tratando de hacer una pinza con los palillos tratando de coger esos bocaditos pequeñitos, pequeñitos que la mitad de las veces se resbalan a dos centímetros de su destino dejándote con la boca abierta y vacía como si se burlasen de ti. Mi soltura empleando esos utensilios equivale a la de un artrítico utilizando un florete. Cuando les da por cruzarse no hay remedio posible y al final se utilizan a guisa de lanza para ensartar la “tempura”. Con el arroz para qué hablar. Aún no he descubierto el arte de comerlo sin dejar todo perdido a mi alrededor y encontrar granitos hasta dentro de mi sujetador. Siempre hay algún “entendido” cerca de ti que se empeña en darte lecciones. “Tienes que cogerlos así ... poner los dedos asao”. Vale, tío, vale, las instrucciones ya vienen en los dibujos del envoltorio, lo malo es que de la teoría a la práctica existe un paso muy grande. También hay quien pide un tenedor. Hombre, no es eso, si eliminas la lucha con los palillitos la cosa pierde todo su encanto.

En estas cenas multitudinarias siempre se encuentra una de todo. ¿ Qué decir de quien pone ascos a la cosa de comer pescado crudo o algas y cuando llega la fuente con los “sushi”, todos colocaditos, colocaditos que parecen dulces de confitería o el “sashimi” de salmón, atún, pez espada o trucha, lo mira como si las viandas le fueran a comer a él en vez de a la inversa y dice en voz alta eso de que donde esté un buen chuletón de Avila?. No puede faltar quien suelte un rebuzno semejante. Pues vale, no vas a ir a un restaurante oriental para pedir un chuletón de Avila, como tampoco veo como muy procedente acudir a un restaurante castellano para pedir “sashimi”. Cada cosa en su sitio justo. A éstos ni caso que mejor es ignorarles. Como el que oye llover.

De bebida se pide vino, cerveza y agua. Salvo la cerveza que resulta que es japonesa pero que tiene el mismo sabor que cualquier otra, el resto es nacional. Tambien se pide “sake”. Pues, ¿Qué quieres que te diga? Ni “fu”, ni “fa”, la verdad. Las botellitas son monísimas pero ahí queda todo. La única ventaja para mi es que es de las poquísimas bebidas alcohólicas que no se me suben a la cabeza nada mas olerlas.

En cuanto a los postres ¡Ay! Esa es la parte “fea” del asunto. En lo que a mi criterio se refiere no existen postres realmente apetitosos en esta cocina. Claro que tan solo es una opinión. Si acaso el “helado frito”.
Abundan, eso si, los “prefabricados” a base de helados, flanes, crema catalana y demás con toda la sospecha de haber sido comprados en el supermercado de la esquina.

El café todo un atentado para la virginidad. Puro alquitrán. No entienden los orientales muy bien el arte de prepararlo, no. Quizá para hacérselo perdonar, nos invitan a “chupitos” a elegir entre una variada selección de botellas que ponen sobre la mesa. Lluis, mi compañero de la derecha, llena el mío de una botella en cuyo interior un lagarto parece sacarme la lengua. Sabe de sobra que no bebo pues en cuanto huelo el alcohol se me sube a la cabeza, pero llena mi vasito sin pestañear y me lo plantifica bajo las narices. Me da un poco de asquillo, pruebo un sorbo, me atraganto, toso y san se acabó que no quiero mas pese a su insistencia. Me sabe a aguarrás. El “licor de lagarto” dicen que tiene propiedades afrodisíacas, de ahí su empeño en que me lo tome. Hubiera preferido que en vez de restaurantes con kimonos y “sashimi”, hubiéramos tenido una jornada de íntimo encuentro pasional los dos solitos. Sobretodo desde que se enteró que ni mis padres ni mi hermana estaban en casa y que, por tanto, la tendría para mi solita. Sobretodo desde que supo de mi viaje a Barcelona donde daba por hecho que habría estado practicando todas las enseñanzas del Kamasutra con Jordi. Si a alguien tiene un odio visceral, aun sin conocerle, es al pobrecito Jordi. Aún confía en poder tener un buen “fin de fiesta”. Lo siento, amigo Lluis, si me propusieras hacer el amor bajo esta mesa en la que estamos, desafiando todas las miradas indiscretas, seguramente me entusiasmaría la idea por su osadía. No sería posible, claro está, pero me entusiasmaría una idea tan descabellada. ¡Pero una cosa tan, tan, tan vulgar como aprovechar la ausencia familiar ...! Pues casi como que no. Mucho me temo que hoy no sea tu día.

Lluis ha sido como un granito que me hubiera salido ese día. Desde que salí de casa juntitos como siameses. Seguiría igual en el “copeo” de después de cenar, hasta que tuve que decirle “basta”. Es la “versión local” de mi “pretendiente” catalán en lo que concierne de tratar a ultranza de privarme de mi libertad. Si le fuera posible me llevaría encerradita en una cajita con siete candados colgadita de su cuello. Pero esto no es posible ni creo que pueda ser algún día. Se trata de un gran amigo, un excelente amigo. Pero a veces los mejores amigos del mundo se ponen muy, muy, muy pesadines.

En fin, la noche continuó, continuó y continuó. En un principio la idea de salir a cenar era para cinco personas y en una “pizzería”, acabamos siendo dieciocho y en un restaurante oriental. A algunos de los integrantes no les conocía. En el “copeo” posterior nos encontraríamos con nuevas caras que se nos unirían. Posteriormente nos disgregaríamos en grupos cada cual por su lado. Nada del otro mundo. Simplemente una noche de sábado. Pero de esto hace ya una semana, y es que el tiempo pasa, y pasa, y pasa sin sentir.

sábado, 3 de mayo de 2008

DIA DEL TRABAJO, SOL Y PLAYA




SOL (Tomando el Sol)


No se por qué se le llama “Día del trabajo” si nadie pega ni golpe. Según esto, si existiera un “Día de la vagancia” todo el mundo se pondría a trabajar como locos. Incongruencias que tiene la vida. Pero no me quejo. Una entusiasta acérrima de cumplir rigurosamente con todos los “puentes” habidos y por haber eso de estar unos días haciendo lo que me de la gana (tradúzcase por ir improvisando a cada momento lo que haré en los minutos siguientes) me parece una verdadera delicia. Por no hablar del placer de dioses que es eso de acostarte a la hora que te de la gana sin temor a que en el mejor de los sueños te despierte bruscamente ese sonido infernal. ¿Habrá alguien que odie tanto a su despertador como yo? Sinceramente no lo creo. Ya se que no tiene culpa alguna, el pobrecito que no hace mas que cumplir con su deber, pero le odio con todas mis fuerzas. Es superior a mi.

Día uno de Mayo y fiesta, que es lo que importa. Tiempo despejado con calorcito y todo. Ideal para coger cuatro cosas y pasar una mañana de playa. Una delicia. A mayores mis padres estarán ausentes estos días y otro tanto mi hermana que se va de viaje con su novio y otros cuantos a Cantabria y Asturias. Toda la casa para mi solita haciendo y deshaciendo lo que me venga en gana sin que nadie me moleste. Me encanta estar sola. Cuando ocurra un milagro y tenga dinero suficiente me compraré un apartamento y viviré solita, solita, solita, haciendo mi santa voluntad e invitando a quien se me antoje. No se cuándo va a a suceder eso que por el momento parece que la cosa va para largo y eso que por mi parte pongo mi “granito de arena” haciendo alguna que otra “Primitiva”. De momento todo parecido con emanciparme son ha sido las invitaciones de algún que otro amigo para compartir la vivienda que tiene alquilada.
- “ Sería como si vivieras sola, cada cual haríamos nuestra vida y en paz”
No hijo, no. No sería como si viviera sola. Tras su amable y “desinteresada” invitación lo que realmente pretende es tener a alguien que limpie la casa, haga la comida, lave, planche y le “caliente la cama”.
- “¡Hombre! No es eso...”
Vale, vale. Dejémoslo solo en lo de calentar la cama.

Por la radio están anunciando que las centrales sindicales tienen previstas manifestaciones para exigir que no se rebajen los salarios de los trabajadores. La exigencia es tan obvia que me entra la risa. Es como si en una pertinaz sequía los labriegos hacen una procesión para pedir al santo de turno que les envíe la lluvia. ¡No la van hacer para pedir que continúe sin llover! Cosas de los Sindicatos. Con esto quedan justificados sus sueldos. Manifestación seguida de una buena paellita y hasta el próximo año. También oigo por la radio que cada día se cierran un buen número de empresas y que sus trabajadores se quedan en la calle con una mano delante y otra detrás. Quizá la manifestación sindical debería estar dirigidas a pedir cuentas a los gobernantes por no haber tomado medidas a tiempo para atemperar la crisis económica que tenemos encima, pero como esta cuestión sería muy comprometida para ellos mejor hacerla por lo de los salarios que es un poco como no decir nada.

Playa, playa, playa. Me encanta la playa. El agua está aún demasiado fría como para darse un baño, pero tumbada en la arena al calorcito del Sol se está de maravilla. Según me apetezca encontrarme con conocidos o no voy a una parte u otra que hay para elegir. En este caso me apetece estar sola. Con frecuencia elijo la soledad aunque no siempre la consigo pues ya se sabe que basta que intentes algo para conseguir lo opuesto. Ha habido suerte. Ninguna cara conocida en el pequeño grupito adyacente, la mayor parte, si no todos, inmigrantes. Extiendo la toalla, me despojo del sujetador del bikini, me doy crema solar por los cuatro costados, me calo hasta las orejas la gorrita que llevo para proteger mi cabeza, me tumbo boca abajo y ¡Aaaahhhhh! me sumerjo en un dulce, dulce, dulce estasis. ¡Qué delíciaaaa! Una ráfaga de viento me envuelve en una nube de arena que se pega rabiosamente a mi cuerpo a causa del protector solar. Quedo convertida en una croqueta.

Un niño juega cerca de mi, a su lado su padre, a todas luces magrebí le grita de cuando en cuando palabras incomprensibles para mi en tanto hace un detallado escrutinio de mi cuerpo. Que disfrute de la inspección. Cuando me doy la vuelta tumbándome boca arriba noto, aún sin mirar, que sus pupilas se dilatan como las de un buho. Ya no grita nada al chaval, tan solo mira y mira. Pues vale, vale, lo dicho que disfrute. Mas apartada, una figura envuelta en una especie de túnica blanca de la cabeza a los pies permanece silenciosa. Tan silenciosa que durante algunos instantes pasó totalmente desapercibida para mi. Tan solo deja descubiertas sus manos y una pequeña rendijita en su atuendo a la altura de los ojos. En un instante nuestras miradas se cruzaron y en sus pupilas creí adivinar las de una chica joven, quizá mas joven que yo. Me pregunté qué pensaría viendo a su lado una chica tomando el Sol con toda naturalidad en “topless” mientras que ella, envuelta, envueltísima en ropajes, emulaba a la momia de Tutankamon. Alguien me aseguró, en cierta ocasión en la que surgió el tema, que era cosa de su cultura y que les “gustaba” ir así. Que es cosa de su cultura no lo dudo. Pero las culturas evolucionan actualizándose y rechazando los absurdos de épocas pasadas. En lo de que les “gusta” ¡Ay! Ya tengo yo mis dudas. ¿Por qué no cambiar las tornas? ¿Por qué no ser ella la que en bikini o en traje de baño jugase con el niño en tanto que el morito cubierto, cubiertísimo, con todos los ropajes habidos y por haber permaneciera inmóvil como una estatua cociéndose bajo los rayos del Sol? Seguro que esas “costumbres” no tardarían en cambiar. Lo siento, pero hay cosas que no.