Paisaje con nubes

Paisaje con nubes
SOL (Paisaje con nubes)

domingo, 27 de enero de 2008

CHICAS, TELÉFONOS “MÓVILES” (O “CELULARES”) Y UNA “MARCIANA”:




SOL (Nubes de gatos)


¿A quién no le agrada encontrarse en medio de una reunión de chicas cada cual con su “movil” (o “celular” como dicen en América) pegado a su oreja? Puedo asegurar, con pleno conocimiento de causa, que resulta una experiencia inolvidable.

Mira por cuanto anteayer tarde me di casi de bruces en plena calle con una chica con la que tengo una ligera, ligerísima relación. Una relación tan difusa que, salvo conocer que se llama Mapi que tienen cuatro o cinco años mas que yo y que trabaja en una agencia de viajes, el resto de su vida y milagros es totalmente desconocido para mi. La clásica conocida de “Hola” y “Adios”, y si cuadra un par de frases estereotipadas.
Al verme, dejó de hablar por su “móvil”, vino hacia mi con una gran sonrisa, me estampó un par de efusivos besos en las mejillas y me saludó con un “¡Hoooolaaaaa! ¡Cuáaaaanto tiempo sin vernos! ¿Verdaaaaad?”. Acto seguido reanudó con la charla telefónica interrumpida, haciéndome, al tiempo, gestos de que esperara unos instantes. No me había dado tiempo a abrir la boca.
Confieso que lo primero que se me pasó por la mente al verla con la cabeza ladeada y la mejilla apoyada sobre su mano es si tendría dolor de muelas o se estaba hurgando con el dedo en la oreja, pero no, simplemente estaba hablando por su “móvil”.
Traté de separarme, discretamente, de una conversación que no me interesaba en absoluto, pero un nuevo gesto imperioso de Mapi me contuvo. Me quedé como una tonta contemplando los coches que pasaban y escuchando lo que me traía sin cuidado. Debía ser un tema divertido, a juzgar por las risitas de la moza, por lo demás el diálogo me asemejaba a una “peli” de espías de esas que se emplea claves secretas a diestro y siniestro para que no se entere nadie mas que los interesados.
- “¡Pues si”...”Pues si!”...”¡No me diiigaaas!”...”¡Ji, ji ji!”...”Entonces resulto que” ... ”¡Claaaro!¡Claaaro!” ... ¡Lo que te decía yo!” ... “¡Ji,ji,ji” ... ”¡Si al finaaal...!” ... ”¡Ji,ji,ji!” ... ”¡Naturalmeeeente!” ... “¿Y fue con....?” ... ”¡Qué fueeeerte!” ... “¡O sea que la cosa....!” ... “¡Ji,ji,ji” ... “¿Y lo de...?” ... “¡Andaaaaaa!” ... “¡Se veía venir que...” .... “¡Por supueeesto! ¡Y con la historia de...!”....”¡Ji,ji,ji”.... “Y si luego es que no es....” ... “¡Porque lo que me dijo quien sabes...!” ....”¡Ji, ji, ji!” ...
-
Cuando me cansé de contar los coches que pasaban, empecé hacerlo por colores. Dieciocho rojos, siete amarillo, veinticinco azules, seis metalizados en plata .... Luego pasé a los autobuses. Me sentía ridícula perdiendo el tiempo de esa forma tan absurda. Cada vez que abría la boca para justificar una rápida huida el gesto imperioso de mi compañera me lo impedía antes de que pudiera articular ni un sonido.
Al fin terminó. Se despidió con “luego de llamo, ahora no puedo hablar, acabo de encontrarme con una “amiga” a la que no había visto desde hace tiempo”. No era un final, final, tan solo un descanso. Por entonces, a la “amiga que no había visto desde hace tiempo” tenía los pies como si en sus plantas se clavasen todos los alfileres del Mundo.

- “¡Bueeeeeeeno! ¡Quiéeeen lo iba a deciiiir! ¡El tiempo que hace! ¡Tenemos muchiiiiisimo de qué hablar! Bueeeeno, cueeenta, cueeenta ¿Qué es de tu viiiida? ...”
- “Pues...”
Y eso fue todo lo que me dio tiempo a decir. Del bolso de mi compañera brotó lo que asemejaba ser un coro de borrachos afónicos cantando a voz en grito
- “¡¡¡ Tooooot el caaaaaamp, és un claaaaam, som la gent blaugranaaaaaaa...!!!”.
Era el “movil” de Mapi. Parece ser que su marido era “hincha” del “Barça” y por afinidad puso su himno en el aparato. Pues qué bien.
- “¡Mabel!¡Hooola cielo!”....”¡Ji, ji, ji!” ... “Oye, te iba a llamar, te iba a llamar” ....”¡Ji, ji, ji!”...”¡Siiii! ¡Acabo de hablar con ella! ¡Qué fueeeerte! ¿Verdad? ....”¡Ji, ji, ji!”....”¡Huy! ¡Eso no lo sabiiia! ¡De modo que...”
Aquí se volvió hacia mi para hacerme la confidencia de que era Mabel quien la llamaba. Agradecida por la información. (¿¿Y quién demonios era esa Mabel??).

- “Oye, yo casi me voy. Tengo que hacer unas cosas y ...”
Causa perdida. Sujetó mi brazo y tapó el micrófono del teléfono con la mano.
- “¡ De eso nada que tenemos muchiiiisimas cosas de qué hablar! Mira, termino enseguida con Mabel y mientras vamos yendo a una cafetería que está aquí cerquita y está muy bien, donde podremos hablar sin que nadie nos moleste.!”
¿Por qué me dejé convencer? Pues no lo se, pero confieso avergonzada que así fue y eso que tuve una oportunidad de oro que justito a nuestro lado un autobús a punto de partir tenía tentadoramente sus puertas abiertas. No importaba a donde fuese. Un salto y a salvo. Desde arriba podría gritarla que nos veríamos cualquier año de estos o algo así. En fin, es lo que tenía que haber hecho pero que no hice. Me dejé arrastrar a la dichosa cafetería para darme cuenta demasiado tarde que acababa de caer en una ratonera.

Me llevó hasta la mesa de un rincón donde estaban sentadas dos chicas treintañeras, una gordita y la otra que parecía ser la prima del Pájaro Loco. Delgadurria, con la cara afilada y el pelo cortito por los lados y tieso en la parte de arriba, como si fuera una cresta. La gordida mantenía una charla por su “móvil” (¡Como no!) con no se quién, informando con todo lujo de detalles sus últimas adquisiciones en “rebajas”. La otra jugueteaba pensativa con el suyo como si no acabase de decidirse a quien llamar. Presentaciones. Besos. Lo de siempre en estos casos. Mapi me hizo la confidencia que la primera se llamaba Celi y Rosa la delgada como un lenguado. Sentada entre una y otra, sin posibilidad alguna de escapatoria, empecé a vislumbrar que la cafetería donde “podíamos hablar tranquilamente sin que nadie nos molestase” era, en realidad, el punto de encuentro de unas amigas “movil-adictas”. Encantador.

Celi tenía la rara habilidad de contar, a quien la escuchaba tras las ondas, las excelencias de unos pantalones comprados a Pablito (mas tarde me enteraría de que el tal Pablito era su hijo) como, al mismo tiempo, reprocharme que los pintores de ahora solo pintásemos “mamarrachadas” y que donde esté Velázquez que se quiten todos esos “pintamonas”. Pues muchas gracias por lo que me toca. Mapi las había advertido sobre mis inclinaciones artísticas y se sentía obligada a decir lo de las “mamarrachadas” y Velázquez que es lo que dicen los que no entienden ni “pum” de arte. Rosa por su parte puso en mi conocimiento que el que “realmente” pintaba bien era un sobrino suyo llamado Juanito que con solo ocho años hacía unos cuadros de flores que daban gusto verlos. Agradecida por la información. Hasta ahora había oído hablar de Chagall, Modigliani, Jawlensky, Klimt, Picabia, Dali, Sorolla, Braque, Renoir, Manet, El Bosco, Rubens, Harper, Dubuffet... y algunos centenares mas (sin contar, naturalmente, a Velázquez), pues vale. Ahora ya se que el que “realmente” pinta bien es Juanito con sus cuadros florares que daban gusto verlos.
Interrumpió las alabanzas hacia su sobrino los sones de “La cucaracha” provenientes de su móvil.- “¡La cucarachaaaa, la cucarachaaaa, Ya no puede caminaaaar Porque no tieneeee, porque le faltaaaaa ...!” Celi que había terminado su disertación sobre zapatos, pantalones, camisetas, faldas y otras prendas felizmente encontradas gracias a las rebajas, aprovechó para dedicarse de lleno a aleccionarme sobre el grado de degeneración al que había llegado la pintura una vez faltado Velásquez. Para que no creyese que hablaba sin conocimiento de causa hizo mención a los genios de la pintura que se le vinieron a la cabeza que se reducían a dos. Picasso hacía “garabatos” y Dalí estaba loco. Siglos de Arte resumidos en una simple, simplísima, simplona frase. Intervino Mapi para informarnos que “una vez” entró a visitar una sala de exposiciones donde los cuadros expuestos (¡Que horror!) eran “cosas raras”. Eso era todo. Encantadora sensibilidad. Hablaban ambas a la vez y las conversaciones eran recurrentes, es decir, de esas que cuando crees que han terminado resulta que estas en el principio. En tanto, en tanto que Rosa que había dejado momentáneamente de informar por las ondas, y por enésima vez, sobre el cumpleaños de su sobrinito (empezaba a odiarle) intervino de lleno en el guirigay para poner su granito de arena. Ahora eran tres las que hablaban al tiempo y una la que sonreía mientras contemplaba la posibilidad de excusarse con ir al aseo y una vez distante un par de metros de nuestra mesa emprender una histérica carrera hacia la puerta del local. Un pitido infernal taladró mis tímpanos.- “ ¡¡¡Tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...!!!Era el “movil” de Celi. Al tiempo que volvíamos a escuchar lo guapísimo y formalísimo que estaba Juanito en su cumpleaños y que fíjate qué risa lo que hizo, podíamos informarnos sobre el catarro de Pablito que estuvo dos días sin ir al colegio. Naturalmente Mapi no se quedaba a la zaga,
- “¡¡¡ Tooot el caaaamp, és un claaam, som la gent blaugranaaaaa...!!!”.
Y de nuevo
- “¡Pues si”...”Pues si!”...”¡No me diiigaaas!”...”¡Ji, ji ji!”...”Entonces resulto que” ... ”¡Claaaro!¡Claaaro!” ... ¡Lo que te decía yo!” ... “¡Ji,ji,ji” ... ”¡Si al finaaal...!” ... ”¡Ji,ji,ji!” ... ”¡Naturalmeeeente!” ... “¿Y fue con....?” ... ”¡Qué fueeeerte!” ... “¡O sea que la cosa....!” ... “¡Ji,ji,ji” ... “¿Y lo de...?” ... “¡Andaaaaaa!” ... “¡Se veía venir que...” .... “¡Por supueeesto! ¡Y con la historia de...!”....”¡Ji,ji,ji”.... “Y si luego es que no es....” ... “¡Porque lo que me dijo quien sabes...!” ....”¡Ji, ji, ji!” ...

Si, en algún extraño momento, ninguna de las tres hablaba por el “móvil”, eso era peor pues lo hacían las tres a la vez, con tres temáticas distintas, una vez que se agotó la común sobre este arte que es un churro. Como yo era la única que no decía nada, las otras se dirigían a mi, competiendo entre ellas para hacerse oír, gesticulando vehementemente como si estuvieran representando un drama. Ante la imposibilidad de que me permitieran articular ni una sola palabra, asentía con la cabeza. No me enteraba de nada, ni ganas tampoco, pero iba asintiendo con la cabeza de una a otra y todas parecían conformes. Asemejaba un pavo subiendo y bajando continuamente la cabeza.

A veces sonaban los tres “móviles” a la vez y entonces era el desmadre musical.- - “¡¡¡ Tooot el caaaaaaaamp .....!!!” .... “¡¡¡Tiiiiiiiiiiiii ....!!!” .... “¡La cucarachaaaa, la cucarachaaaa.... “ .... “¡¡¡...Tiiiiiiiiiiiiiii ....!!!” .... ¡¡¡...som la gent blaugranaaaaa...!!!”.... ¡¡¡... porque le faltaaaaaaa ...!!!” ... “¡¡¡... Tiiiiiiiiiiii ...!!! ....” Otras veces las las tres conversaciones telefónicas llegaban al tiempo a mis oídos formando un galimatías fácil de imaginar. Ocurría también que, a cada cual, las conversaciones de las otras dos les molestaban para poder escuchar la suya propia, recurriendo entonces a la estratagema de taparse con la mano la oreja libre, adoptar posturitas de lo mas extrañas como medio metiéndose debajo de la mesa o retorcer el cuerpo como una contorsionista y sobretodo elevar el tono de voz. En esto último se desató una verdadera competición. Eran atronadores gritos los que señalaban las características de la blusa comprada, la fiebre angustiosa que tuvo tiempo atrás Pablito o las insulsas frases sin terminar de Mapi. Pronto el local pareció convertirse en la recreación sonora de la mas cruenta batalla entre hotentotes y mapuches. En un momento dado Celi me preguntó extrañada si no tenía “movil” contestándola negativamente. Se conoce que desdecía bastante que en una reunión donde se supone que se va a intercambiar pareceres entre los asistentes no se vaya armado de un artilugio para comunicarse con vete a saber quien para soltar cualquier memez. Mapi dió dando por sentado que lo tendría estropeado y por su tono se deducía sin lugar a dudas que era consciente de mi “tragedia”. Rosa me miró con lástima. Pues no, amigas mías, no es que lo tenga estropeado o sin carga o sin saldo, es simplemente que no solo “no” tengo “movil” sino que me niego en redondo a poseer semejante aparatejo. Creyeron no entender bien, así que tuve que repetirlo y, como si de un coro se tratara, exclamaron todas a la vez - “¡¡¡Ooooooooooh!!!” Apagaron al unísono sus “moviles” y se hizo el silencio. No un silencio cualquiera sino el mas absoluto de los silencios. Un silencio infinito tras el cual seis ojos como platos me contemplaban asombrados. Acababan de descubrir que la allegada era en realidad una “marciana”.
Pues si, yo también fui poseedora de un “movil” tiempo atrás, hará unos tres años. Me lo regalaron mis padres y no me duró ni un día. Cuando recibí el obsequio hasta me hizo una cierta ilusión y me pareció como algo que me vendría muy bien, pues por entonces era así de ingenua. Lo primero que hice fue llamar a unos pocos amigos para darles la grata nueva. Todos se pusieron muy contentos pues, según dijeron, ya “sabían” cómo “encontrarme” a cada momento. Eso ya no me hizo tanta gracia ya que amo demasiado mi intimidad como para que nadie me controle aunque sea a través de las ondas.
A la hora empezaron a lloverme llamadas de amigos que se habían enterado de la existencia de mi “móvil” por aquellos a los que yo misma se lo había comunicado. Luego la de los amigos y conocidos que se habían enterado a través de los que a su vez habían sido informados por aquellos a los que se lo anuncié yo misma. A las tres horas aquello era un sin vivir. A las cinco horas estaba al borde de la histeria.
Las chicas me llamaban para decirme la obviedad de que ya sabían mi número, para que las hiciera partícipes de lo “feliz” que debía sentirme y para contarme la inmensa alegría que sintieron al poseer su primer “móvil”. Pues muy bien. Hasta en esto difiero mas que mucho de mis congéneres. Odio hablar por teléfono y cuando me veo obligada a utilizarlo soy el colmo del laconismo. Pero por razones que ignoro, la mayor parte de las féminas encuentran como de mala educación no adornar los dos segundos que justifican el motivo de la llamada con una larga perolata añadida sobre asuntos vanales. Es fácil de comprender que a la décima llamada de este tipo empezara a sentir un profundo odio contra el dichoso aparatito.
El mayor número de llamantes eran del género masculino y aquí se repetía invariablemente el mismo estereotipo,. La obviedad de que (ji,ji,ji) ya sabía mi número y que a ver cuándo podíamos quedar para salir a tomar unas copichuelas, charlar un ratito o lo que fuera menester. Todos igual. Algunos agregaban que ya seguirían insistiendo “ahora” que “sabían” como “encontrarme”. Se me erizaron los cabellos con el panorama que se me estaba ofreciendo ante mi. Empecé a sospechar que iba a necesitar una telefonista y una secretaria.
Esa misma tarde tomando unas cervezas con unos amigos en un bar al intentar coger una llamada se me resbaló de las manos, cayó al suelo y algo debió romperse o desajustarse en su interior pues dejó de funcionar. Los me acompañaban comentaron que qué mala suerte. Por mi parte, lo dejé sobre la primera mesa que me vino a mano y me integré en una conversación que hasta el momento tan solo había podido medio seguir a saltos. Cuando nos fuimos allá quedó olvidado. Me aconsejaron que regresara al establecimiento para recuperarlo y llevarlo a arreglar que seguro que era cualquier tontería. Habían transcurrido ya dos felices horas sin interrupción alguna con el inoportuno “¡Ti ti ti ...!” o “¡To to to ...!” del timbre de aviso de llamada. Aseguré que lo haría. Y así fue. Pero cuando pregunte sobre un “móvil” “Sony” de color azul que había quedado olvidado encima de una mesa haría sobre un mes o quizá un poco mas ninguno de los camareros supo darme información. Me encogí de hombros y respiré tranquila, tranquila, tranquila.

Por supuesto que hubo una defensa mas que acalorada a favor del uso del “movil”. Se emplearon los tópicos pertinentes sin dejar ni uno. Lo de poder comunicar o comunicarte algo “importante” fue, quizá, lo mas aludido. Pues si, ya había tenido sobrada ocasión de comprobar la cantidad de cosas “importantísimas” que no admiten espera a que abras el correo cuando llegas a casa por la noche o te den tus padres el recado de alguna llamada.
Mapi fue la mas vehemente al afirmar no poder vivir sin su “movil”
- “ Pues precisamente porque lo que yo deseo es vivir es por lo que no lo quiero”
Pero mis palabras quedaron ahogadas por el “¡Tiiiiii”, la música de “La Cucaracha” y el himno del “Barça” cantado por lo que asemejaba ser un coro de borrachos afónicos.

Al despedirme Mapi me instó a volvernos a ver para “seguir” charlando. Las otras dos también se mostraron muy satisfechas con mi compañía y hasta separaron sus instrumentos telefónicos de las orejas para darme otro par de besos y unirse a la invitación de Mapi
- “Cuando quieras ya sabes donde estamos. Solemos reunirnos casi todos los días aquí y a estas horas. Tomamos un cafetito, hablamos un ratito...¡Y lo pasamos mas bien!”


Se me había hecho tardísimo. A buen paso tardaría en llegar mis buenos veinte minutos lo cual supondría que daría un plantón a los que me esperaban de un cuarto de hora. Se me vino a la cabeza que de disponer de un “movil”, o “celular” como dicen en América, podría avisar de mi retraso y sonreí. Mejor así. El plantón no sería de un cuarto de hora sino de algo mas. Necesitaba refugiarme un poco en mi misma. Caminar pausadamente sintiendo a tope las pequeñas cosas que me rodeaban. Cosas tan cotidianas que por ser habituales apenas si nos damos cuenta de ellas. Los semáforos, los coches, la luz del anochecer, los murmullos de conversaciones de los que pasaban por mi lado, la rabieta de un niño que se le ha antojado no se qué, las nubes grisáceas sobre un cielo cada vez mas oscuro, las hojas de los árboles al moverse bajo la brisa talmente como si bailasen, aquel perro vagabundo, el inmigrante subsahariano, negro como el carbón, que mira a su alrededor indeciso el camino a tomar, la pareja que se abraza y parece una sola persona, las luces, los escaparates tratando de convencer al paseante de las mil maravillas que se ocultan en la tienda, el guardia de tráfico, la ambulancia al pasar con sus luces centelleantes y su sonido estridente. Todo lo que, sin darnos cuenta de ello, conforma realmente el placer de vivir y de sentir la vida.

jueves, 24 de enero de 2008

HISTORIAS DE UNA ARTISTA PRINCIPIANTA:




SOL (Estudio de rostro)

Cuando confesé alegremente a mis padres mi propósito de dedicarme al mundo del Arte lo tomaron a una de tantas “fantasías” a las que ya les tenía mas que acostumbrados, pues así como en el “rol” familiar mi hermana mayor es la “formal”, “ejemplar” y “sensata” de la familia, yo ocupo el lugar de la que le “falta” un tornillo, o dos o quizá tres. Tuve que insistir. Expliqué lo mas vehemente que pude de qué forma me apasionaban las Artes Plásticas y cómo mi vocación era seguir la senda de los grandes pintores. Me escucharon muy atentamente, corroboraron la opinión que sobre mi tenían en cuanto a la falta de tornillos se refiere, y pensaron que, vale, mejor no contradecirme que ya se me pasaría. Por entonces era una niña.

No solo no se me pasó esa “fiebre”, sino que fue a mas y para que no cupiese duda alguna empecé a dedicar la mayor parte de mi tiempo libre a practicar, especialmente dibujo, y pedir que en los regalos que me hicieran fueran a base de material y libros de dibujo y pintura.

Comencé a tomar apuntes de todo lo que me llamaba la atención descubriendo cómo los motivos estáticos resultan modelos mas agradecidos que los que dinámicos que cuando levantas la vista del papel ya han variado su posición o han tenido la poca delicadeza de desaparecer. En un libro leí que el artista debe acostumbrarse a poseer “memoria fotográfica” lo cual es fácil de decir pero difícil de conseguir, sobretodo cuando el autor se limita a soltar la fracesita pero no dice ni media de qué hacer al respecto. Los paisajes bien que te vas, si se miraba el resultado con ojos muy poco críticos. Otro tanto con los objetos que me rodeaban. En el mismo libro recomendaban dibujar la mano propia. Me harté a reproducir mi mano izquierda. Era una soberana pelmada, pero no desistí. Llegué a conocer esta extremidad hasta los mínimos detalles. Los resultados para echarse a llorar, hora me había salido una pata de pájaro, hora el garfio de la mano amputada de un pirata, hora unos dedos como morcillas. Llegué a tomarla un poco de manía, la verdad. Lo que peor se me daba eran las figuras y, por supuesto, los retratos. Las figuras si se asemejaban vagamente a personas por la cosa de que tenían piernas, brazos y cabeza, pero resultaban muy poco convincentes. Mas bien asemejaban a “almas en pena” incapaces de mantener la verticalidad- En cuanto a los retratos, simplemente patéticos. Mis “modelos” prácticamente exclusivos, naturalmente, mis padres (mi hermana se negó desde el primer momento) quienes eran los que tenía mas a mano. Aprovechaba cuando leían o veían la tv que eran actividades en las que estaban razonablemente quietos. Luego les enseñaba el resultado de mis obras y una vez repuestos del susto me decían con voz nada convincente que “no estaba mal”. Si que lo estaba, so pena que mi padre fuera bizco y tuviera un ojo mas alto que el otro y mi madre una boca como un cocodrilo. Era descorazonador, aunque en el libro ya advertían que al principio sería así, pero que no había que desanimarse y había que seguir insistiendo. No me desanimé y continué con mi “cruzada”.

Recuerdo con verdadero horror las tardes veraniegas. Aludo expresamente a las veraniegas por ser, por lo visto, en las que mas tiempo libre tiene la gente, especialmente las señoras. No saben qué hacer de su vida y acaban “matando el rato” yendo a dar la lata a los conocidos con sus visitas. Por las mañanas, entre comidas y playa, no hay temor, pero, lo dicho, por la tarde, a partir de las 6 o las 7 y hasta la hora de la cena, era para echarse a temblar. Cuando la conversación languidecía mi madre me instaba a que mostrara mis dibujos y yo como una tonta iba pasando los folios garabateados entre falsos grititos de admiración que eran como un insulto. Normalmente me decían que “muy bonito” o “muy bien” antes de dejar su vista sobre la lámina. Otras inquirían si se trataba de un pez lo representado cuando a la vista estaba que trataba de ser un avión. Se llevaban la palma las señoras gordas, no se por qué, especialmente una que era gorda entre las gordas que de propina me daba un sonoro beso en cada mejilla. La tenía verdadera manía y la temía mas que a un nublado. Alguna que otra vez no atinaba muy bién sobre el sitio en donde depositar sus ósculos y me dejaba los oídos con un ruidito que hacía “Hiiiiiiiiiiii” durante un buen rato. Los señores eran mas pacíficos, limitándose a decir “esta niña promete” o “toda una artista” o cualquier memez semejante. La que mas disfrutaba era mi hermana. Esperaba con ansiedad a que llegara el momento dispuesta a pasárselo bien y no quedaba defraudada. Se reía a carcajadas de mis monigotes y hacía comentarios lo mas hirientes posibles. Otra en mi lugar se hubiera desmoralizado y dedicado a coleccionar margaritas o amapolas o a cualquier cosa distante de las Bellas Artes, pero yo soportaba el chaparrón estoicamente y escapaba con mis dibujos bajo el brazo a la primer ocasión.

Un buen día debió visitarme un ángel del Señor sin que me percatara de ello. Al tratar de dibujar la cara de una actriz mira por cuanto “apareció” el rostro de mi hermana. De casualidad, ya lo se. Mal encuadrado y casi saliéndose del papel, de acuerdo. La cuestión es que “era” mi hermana inequívocamente como así lo atestiguaban los comentarios de todos. “Es Olga”, “es Olga”, “es Olga” En efecto “era” Olga, y eso me permitía múltiples posibilidades.

Llegó la siguiente visita inoportuna y con ella el momento en el que mi madre exhibía las habilidades artísticas de su hija. Lo estaba esperando. Corrí en busca de mi obra, mi madre se preparó a recibir las consabidas lindezas sobre su hija, mi hermana se dispuso a la burla y los visitantes gimieron resignados ante lo inevitable. Entregué los dibujos a un señor alto, delgado y con cara tristona quien fue pasando las láminas musitando con voz monótona como en una letanía “muy bien”,”muy bien”, ”muy bien”... Al llegar hacia la mitad de pronto se detuvo, me miró, miró a mi hermana, estudió brevemente la lámina que tenia en las manos y rompió a reir con risa de conejo haciendo “ji, ji, ji..”. La señora que estaba a su lado , intrigada, le quitó la lámina, la miró, me miró, miró a mi hermana, de nuevo dio un vistazo al dibujo y empezó a hacer compañía a su vecino, pero haciendo “jo, jo, jo...”. Pronto fueron el resto de los visitantes los que agolpados tras la señora , miraban el dibujo, luego a su autora, después a mi hermana y finalmente estallaban en carcajadas. Mi madre estaba sorprendida, mi hermana bastante mosqueada y yo miraba hacia el techo, inocente como un angelito. Finalmente se descubrió el motivo de tal ataque de hilaridad. A la cabeza de aquel retrato de una actriz que por esos misterios que hay en la vida acabó pareciéndose a mi hermana como una gota a otra de agua, se le había añadido una espalda bastante mal hecha acabada en un enorme trasero que no ofrecía ninguna duda pero por si la hubiese un letrero en la parte inferior escrito con letras mayúsculas señalaba “Olga con el culo al aire”. La pobre Olga quedaba como la “niña del exorcista”, con la cara mirando hacia la espalda, pero eso junto a las descomunales posaderas era lo que daba mas gracia al dibujo.

Rieron de mi ocurrencia un buen rato mas. Mi hermana roja como un tomate, mitad por sentirse en ridículo, mitad de ira, me dirigía miradas asesinas que venían a significar que fuera preparándome para el momento que quedásemos solas. Lo esperaba, por eso no me separé de las visitas ni un instante, pero tan pronto la puerta de entrada se cerró tras ellas vino hacia mi como un huracán obsequiándome con una bofetada que agradecí con una patada en las espinillas y antes de que nuestra madre pudiera separarnos se las ingenió para darme un buen tirón del pelo. Hizo añicos su retrato y, ya puesta, esparció por el suelo el resto de mis dibujos. Se impuso finalmente la autoridad materna y si no consiguió que llegara la paz, si al menos el armisticio.

Mi hermana es la cosa mas pesada que existe cuando entra en el cuarto de baño. No se qué puede hacer tanto tiempo allí. A veces me hace sospechar si habrá sido raptada por extraterrestres valiéndose de una puerta en la cuarta o quinta dimensión. Como compartimos un cuarto de baño para las dos, si entra antes que yo me toca esperar y acabar aporreando a la puerta. Cuando está molesta conmigo ni que decir tiene que tarda mas a posta, y aquel día no es que estuviera molesta sino en el colmo de la irritación. Ocupó el baño sin darme opción a que lo hiciera yo antes. Sabía que me tocaría esperar un buen rato, pero no me importó en absoluto. Así tendría tiempo sobrado para hacerle la “petaca” en su cama.

sábado, 19 de enero de 2008

MI RECETA DEL "TIRAMISÚ"

 

SOL (Disgregación de un rostro)

Pedir “Tiramisú” de postre en la mayor parte de los restaurantes es como si pidieras que te sorprendieran con algo dulce que no sabes a ciencia cierta lo que es. Creo que pocos conceptos como el nombre de este dulce italiano han logrado alcanzar una interpretación tan amplia. En el mejor de los casos ponen ante tus narices una copa en cuyo fondo languidece un bizcocho ampliamente cubierto por esa nata que es todo menos nata sino fruto de un “spray” que al apretar sale algo blanquecino, dulzón e inconsistente que vete tu a saber de qué diablos estará compuesto. Debe ser un producto barato, a juzgar con la profusión con que lo emplean para adornar todos los platos de repostrería . En la cima del artilugio suele presidir unas ralladuras de chocolate, o, si cuadra, unos tímidos polvillos de “Cola-Cao”, o, incluso, una cucharada de chocolate líquido. El chocolate no puede faltar que es como si legitimara el invento que ponen ante tus narices. En cierta ocasión el “Tiramisú” de turno batió todos los “recods” en cuanto a tomadura de pelo se refiere, al presentarme sobre una galleta “María” dos bolas de helado, una de vainilla y otra de chocolate. Al expresar mi asombro me respondieron con la mayor naturalidad que ellos lo “hacían así”. Ya ves qué cosas. Es como si pides un “gazpacho”, te traen una sopa de fideos y te dicen que ellos hacen el “gazpacho” de esa forma y “san-se-acabó”. Originales que son. En un restaurante barcelonés de esos de cocina “moderna” que te hacen estar añorando un buen bocadillo de “pa amb tomaca” durante toda la comida y cuyos precios son tan prohibitivos que de no ir invitada no te atreves ni a mirar la carta, tuve el privilegio de paladear la “disgregación” del “Tiramisú”. Una copita con tres cucharaditas de las de café de un líquido espesito, espesito, de color pálido que, en efecto, sabía a “Tiramisú”. Durante tres brevísimas cucharaditas, eso si, pero sabía a “Tiramisú”. Pero esto no es lo que tiene que ser, y pasado el primer día por la cosa de fíjate qué original, al segundo les dices que se queden ellos con esos inventos de las “disgregaciones” que prefieres algo mas contundente y natural.

Si algún despistado internauta ha logrado llegar hasta acá, se estará preguntando a ciencia cierta cómo es posible que no se haya salido ya de la página, por qué suelto este “rollamen” sobre el “Tiramisú” y a dónde quiero “diántres” quiero ir a parar. A la primera cuestión le respondería que quizá tiene el día “masoca”. A la segunda, le haré la confidencia de que no solo es uno de mis postres preferidos sino de las pocas, poquísimas, cosas que soy capaz de cocinar que no solo resulte comestible sino sumamente apetitosa. Añadiré que, a falta de otra idea que escribir en mi “Blog”, se me ha ocurrido la de desvelar el secreto de “mi” receta, con la que quisiera premiar la constancia del lector.

Empecemos por los ingredientes (¿Para cuántas personas? Pues ni idea. Unas diez o doce raciones que depende mucho del apetito de cada cual)

- 24 bizcochos de soletilla (si se compran mas pues mejor que ya se tomarán para desayunar)
- 2 tarrinas de Mascarpone de 250 gr cada una
- 5 yemas de huevo (si se echan 6 yemas tampoco pasa nada, al contrario)
- azúcar
- café (no olvidar echar azúcar pues de otra forma daría un gusto amargo)
- licor (si se tiene “Amareto” pues muy bien, en otro caso el que se tenga a mano que no sea anís, whisky o licores blancos como la ginebra. Yo empleo “brandy” y queda de maravilla)
- chocolate (recomiendo el “Negro” de “Valor”, pero hay que rallarlo a mano y es una lata aunque luego queda riquísimo. Si se quiere evitar la molestia pueden comprarse “fideos” de chocolate en cualquier “Super”)

Realización,

Se ponen al “baño María” las yemas con 8 cucharadas de azúcar. Hay que estar removiendo continuamente para que no se corten. Es una pesadez, ya lo se, pero es así. Primero se licuarán, luego empezarán a espesarse poco a poco. Cuando estén un poco espesitas (o, lo mas probable, cuando una ya esté hartita de tanto remover y diga “se acabó”) se separan del fuego y se dejan enfriar un poco.

En un recipiente grande se echan las dos tarrinas de “Mascarpone” que quedarán como flanes. Con la ayuda de una espátula de madera y una cuchara, igualmente, de madera, se aplastan un poco hasta formar una especie de pasta a la que se irán incorporando las yemas. El conjunto debe quedar lo mas homogéneo posible sin que las yemas fluyan por el queso como si fuesen ríos de sangre amarillenta que, a parte de dar bastante asquito, resultaría difícil de añadir como relleno. (Consejo: antes de poner en el fregadero el recipiente donde se hicieron las yemas conviene arrebañarlo bien con ayuda de una cuchara metálica. Lo que se consiga sacar se puede incorporar, naturalmente, a la mezcla anterior, aunque es muchísimo mejor que se coma sin mas dilación pues está riquísimo).

Mientras se realiza lo anterior hay que preparar unas cafeteras. Conviene que el café no esté recién hecho cuando se vayan a empapar los bizcochos pues en cuanto te descuides se desharían que es un gusto. Tampoco es cosa que esté frío ya que los bizcochos tardan mas en empapar y pueden quedarte secos por dentro. Un poco calentito, pero no hirviendo.

Se forra una fuente, que tenga los laterales un poco altitos para que no se salga el líquido, con papel de aluminio. Yo utilizo una fuente de horno en la que caben justitos dos filas de 5 bizcochos a lo largo y otros dos a lo ancho.

En una tazón echo café, un buen chorro de “brandy” y azúcar (no olvidar). De aquí me voy sirviendo en un plato para empapar los bizcochos. Esta operación conviene realizarla con dos tenedores para que escurra el líquido y no quede luego la tarta como “flotando”. Los bizcochos empapan rápidamente por lo que conviene no distraerse demasiado si no se quiere que se transformen en papilla. Por un lado, por otro y ya está.

En la fuente se van colocando una capa de bizcochos empapados, otra con las yemas y el Mascarpone, otra de bizcochos, y otra de yemas, espolvoreando bien esta última con chocolate rallado o virutas de chocolate.

Solo queda ahora meter el “Tiramisú” en la nevera y esperar unas horas a que se enfríe bien. Si se hace por la mañana se puede comer por la noche. Si se hace por la tarde, pues al día siguiente. Ya se que la espera puede resultar angustiosa y que aunque esté aún un poco calentito resulta delicioso, pero las cosas deben hacerse bien. Ya que nos hemos tomado la molestia de llegar hasta aquí, hacer acopio de vuestra fuerza de voluntad y esperar a que esté bien frío que es como mejor está.

Y colorin colorado la realización de este postre se ha acabado.

Los bizcochos deben ser de buena calidad pues en otro caso te das el trabajo para nada. Hay que tener cuidado con algunos de los existentes en el mercado a los que les han añadido un aroma (quizá sea del conservante) que “matan” el sabor del “Tiramisú”. Lo digo por experiencia, pues en otro caso al probar la tarta de dan ganas de subirte por las paredes. Una amiga sustituye los bizcochos de soletilla por un bizcocho hecho por ella que abre por la mitad para rellenar. Es buena solución y queda estupendo, el inconveniente es que, a mayores, hay que hacer previamente el bizcocho.

Del licor y del chocolate ya he hablado. Sigo insistiendo en que queda muchísimo mejor empleando chocolate en tableta negro “Valor” aunque se tenga que rallar que es una gaita y acaba una con los dedos pringados. En otro caso, ya se sabe, comprar “fideos” de chocolate que es mas cómodo y también queda estupendo pero ¡Por favor! ¡¡¡No sustituir el chocolate por unos polvillos de Cola-Cao o Nesquik que es toda una aberración!!! Si la tarta la van a comer los niños, hacer el café clarito y no echar licor, claro. Es “adulterar” la receta pero qué se le va hacer. Incluso hay quien sustituye el café por almíbar. Es una idea. El resultado no será “Tiramisú”, pero seguro que será bien recibido.

Y aquí se acaba la historia. Si alguien sigue mis consejos y me informa del resultado, pues muy agradecida. En otro caso, pues nada.

miércoles, 9 de enero de 2008

NUESTRO EXTRAÑO ESTUDIO DE PINTURA :




SOL (Ojos)


El “Estudio” que tengo alquilado junto a otros cuatro compañeros es una casita vieja, mas bien decrépita, su propietario está a la espera que el Ayuntamiento se decida a expropiársela o ésta acabe por desmoronarse de una vez por todas cualquier día de tormenta. Mientras sucede una u otra cosa, nos la tiene alquilada para sacarse unos “dinerillos”. De esto hace ya años pues los asuntos municipales van al paso que van y lo que se construía antes tenía un no se qué que lo mantenía en pié, casi por arte de magia. Como si un angelito invisible velase para evitar el desplome de sus muros.
Consiste en una planta baja que antaño fue el lugar donde se guardaba el carro y aperos de labranza, un primer piso con toda la disposición de una modesta vivienda de labradores y un ático con una pequeña zona abuhardillada donde es mejor no asomar las narices si no se quiere empezar a toser y no parar del polvo que hay. De una a otra planta se accede por una escalera de madera que hace “ñic”... “ñic”...”ñic”... al pisar como si avisara que allá tu con tu imprudencia por aventurarte en ella. Tiene un pasamanos de madera, eso si, pero mejor no fiarse de él ni un pelo.

Utilizamos la planta baja fundamentalmente como almacén y es en la planta primera donde desarrollamos nuestra labor artística. Consiste en un salón, fruto de la antigua unión de dos dependencias, una habitación, un cuartito pequeñito, pequeñito, una cocina y un minúsculo cuarto de baño.

En el salón es donde habitualmente pintamos ya que es la habitación mayor. Se encuentra atiborrado de caballetes y los mas variopintos útiles de pintura por aquí y por allá, pues en la cosa del orden todos somos bastante desastre. Tiene una estantería que nos viene la mar de bien, un sofá viejísimo, que no se de dónde salió, pero que hace su apaño, una mesa, no muy grande, teóricamente para dibujar pero siempre llena de cosas, tres sillas que mejor fijarse bien en su estado antes de sentarse en ellas y una mesita pequeña que nos va de maravilla como mueble auxiliar. De estar todos ni que decir tiene que parecemos como sardinas en una lata de conserva, aunque no suele suceder que coincidamos a la vez y, en último caso también tenemos el dormitorio que, aunque sea mas pequeño que el salón, igualmente lo utilizamos para nuestros quehaceres.

El dormitorio es como una extensión del salón en cuanto a lo de los caballetes, botes y tubos de pintura, pinceles, frascos, lienzos y demás cosas, se refiere. Los únicos muebles existentes son, una especie de mesa con estantería incorporada y un catre que parece una reliquia de la Guerra de Cuba pero que nos viene bastante bien para dejar la ropa.
Fue aportación personal de Vicent con la esperanza de “estrenarlo” con Lucy o conmigo (las únicas féminas del grupo), o con ambas a la vez o con cualquiera que tuviera faldas. Su aplastante criterio era de que ya que teníamos un Estudio por qué no aprovecharlo también como “picadero”. De todos es sabido que nuestro compañero parece tener un pene por cerebro.

En el cuarto pequeñito, pequeñito se acumula todo lo habido y por haber. No se puede dar un paso sin tener que ir apartando cosas. Es un poco como si no existiera pues tan solo abrimos la puerta para echar algo dentro y luego nos olvidamos de él.

El cuarto de baño tiene lavabo, ducha e inodoro. Este último es aconsejable utilizar sólo en caso de estricta emergencia, en otro caso mejor acudir a los aseos del bar de enfrente. Lo utilizamos para limpiar nuestros pinceles, cubetas, frascos y demás recipientes, por lo que todos los aparatos sanitarios tienen unos extraños churretones fruto de diversas tinturas.

Respecto a la cocina, lo único que la define como tal es una nevera vieja, que funciona mas por costumbre que otra cosa, y un infiernillo eléctrico que nos viene de maravilla para prepararnos un café o un té. Tiene una pequeña mesa y dos banquetas y la solemos utilizar como “sala de reuniones”, para descansar unos momentos, charlar y así.

Para llegar al ático hace falta tener una cierta agilidad y conocer el tema pues faltan los tres últimos peldaños de la escalera, la barandilla se bambolea peligrosamente y hay que dar un golpe fuerte a la puerta de madera para que se abra. Hay que hacer todo a la vez y sin titubear. Saltar los tres peldaños inexistentes apoyándose levemente en la barandilla y empujar con todas las fuerzas la puerta. Si se hace bien no hay mayor problema, en otro caso queda una sentada en el último peldaño y con las piernas colgando hacia el hueco de la escalera. Cuestión de práctica. Al abandonar el ético, la operación es a la inversa, cerrar la puerta virgorosamente al tiempo que se inicia se inicia el salto para salvar los tres peldaños. Como digo, cuestión de práctica, y algún que otro moratón.

Anexo al pequeño cobertizo que cubre la puerta de entrada al ático se encuentra la parte abuhardillada donde ya señalaba que mejor no meter las narices so pena de estar tosiendo un año. Hay que entrar desde el mismo ático por una puerta carcomida que parece sacada de una película de miedo y su interior es el paraíso de la suciedad donde si se investiga bien debe ocultarse alguna momia siniestra. Algunas vigas de madera están caídas, pero como de momento no parece haber goteras es de suponer que el tejado siga haciendo su función. Tras el lógico primer vistazo en plan de curiosidad, esta es una parte que ignoramos por completo. Como si no existiera.

El ático podría ser utilizado para pintar al aire libre, pero si ya subir con las manos vacías es una ardua tarea, hacerlo con todos los cachivaches para qué contar. La única utilidad ha sido para tomar el Sol, aunque como teniendo la playa prácticamente al lado resulta una tonteríatan solo lo hemos hecho episódicamente. Cuando lo hemos tomado Lucy y yo hemos sido un poco la “alegría” de los vecinos lo cual, en una ciudad costera, no tiene como mucha lógica pues íbamos de lo mas discretitas con nuestros bikinis de los que no nos quitamos ninguna parte ni nada.

La limpieza del Estudio la realizamos entre nosotros cinco, lo cual no es decir mucho pues a cada cual es mas desastroso. No es que tengamos turnos ni nada por el estilo, sino que se deja a la “buena voluntad” de cada cual, y de eso si que tenemos y un montón. Casi tanta como pereza a la hora de poner manos a la obra. A veces alguien comenta con voz aburrida, “Habría que ordenar y limpiar un poco esto...”, y al cabo de un rato otro contesta en tono cansino “ Pues si ....”. Y ahí queda la cosa, claro está. Como ya decía buena voluntad es lo que nos sobra. Llegado un momento no queda otra solución que buscar la fregona y la escoba y armarse de valor. Suele haber quien protesta argumentando la inutilidad de nuestros esfuerzos cuando al día siguiente, o a los dos días, o a la semana, va a estar todo igual que en un principio, pero no nos dejamos convencer. Lo que es necesario, es necesario. Además las limpiezas tienen su parte agradable como es el encontrarse cosas ocultas en el “maremagum” reinante de las que ni nos acordábamos o creíamos perdidas desde hace tiempo.

En fin, éste es nuestro Estudio que nos cuesta a cada cual sesenta euros al mes mas la parte la parte proporcional de gastos. Ya se que no es gran cosa, que el día menos pensado nos encontraremos con un montón de escombros engullendo nuestras pertenencias, que muchos cuando lo visitan ponen cara de asco y hay quien lo califica de verdadero “antro”. Pues vale. Todo eso lo se y mas. Pero ¿Qué queréis? Le tenemos verdadero apego y todos nosotros nos sentimos orgullosos de él.

viernes, 4 de enero de 2008

¡PELIGRO!... BEBÉ A BORDO






SOL (A gatas)



No es que no me agraden los niños pequeñitos ni que me ofrezcan especial animadversión ni que sea una “Herodes” ni nada por el estilo, que me gusta verlos, acariciar su piel tan suave como el algodón, sentir esos cuerpos que parecen que se van a deshacer entre mis manos y ver sus caras de inocencia que inspiran toda la ternura del Mundo. Pero al cuarto de hora ya me cansan un poquito y a la media hora me entran ganas de salir escapando por la ventana. Me considero incapaz de estar extasiada durante horas contemplando al infante con ojos como platos de la emoción y diciendo “¡Oooooooh!” como es usual en las otras chicas. En esto, como en casi todo, difiero mas que bastante del arquetipo normal de fémina. Cuando en alguna ocasión he comentado algo al respecto, siempre ha habido una señora cercana que con aire prepotente me ha contestado que ahora pienso así pero que ya veré como cambio cuando los niños sean míos. Pues si, señora mía, es mas que posible que cuando tenga hijos sean para mi lo mas maravilloso del Universo y me pase día y noche cayéndoseme la baba contemplándoles. Pero eso no quita para lo que estoy diciendo. Tampoco tengo por el momento ninguna apetencia por alcanzar el estatus de madre que es algo que ni pienso en ello y que si alguna vez alguien me hace recordar esa posibilidad natural, la veo como algo tan lejano que se oculta por completo en la niebla del futuro.

Como ya he señalado en otra de mis entradas al “Blog”, estas Navidades un grupo de compañeras de bachillerato tuvieron la feliz idea de organizar una cena de encuentro del grupito de las mas afines de entonces, según ellas, para recordar, añorar y, en definitiva, saber un poco de la vida de cada cual. Ignoro por qué me incluyeron en tal evento, ya que siempre he ido un poco por libre. Posiblemente fuese por ser bastante popular en la época. El caso es que fui incluida en la lista, con lo cual me hicieron mas que la puñeta pues ese día ya lo tenía comprometido.
Asistí, me aburrí como un hongo y salí con el compromiso de acudir junto a las otras a casa de una de ellas para que pudiera pavonearse enseñándonos a su bebé “vivito y coleando” que en fotografías ya nos lo mostró hartamente a lo largo de toda la cena. Una maravilla.

Ya en la vivienda, me encontré con lo que era de prever, un bebé sonrosadito que entre baba y baba hacía “Uuuu...uuu...uuu” que es lo que hacen todos los bebés, y un grupito de invitadas que como si fueran un coro exclamaban “¡Ooooooooh!...¡Oooooooh!....¡Oooooooh!” a cada “Uuuu”...uuu...uuu” del protagonista. Pasó el infante de mano en mano, como una reliquia, quedando sorprendida de la cantidad de absurdos que las mujeres podemos destilar sobre un niño de pocos meses. Hubo alguna que repitió lo de coger a la criatura en brazos y la mas apasionada se negó durante unos minutos a que se lo retiraran . A los veinte minutos buscaba desesperadamente la manera de escapar de una forma medianamente educada. Imposible. Todos los ojos estaban como hipnotizados en la criatura y el romper el hechizo hubiera sido como un sacrilegio. “Bien – pensé – nos hemos reunido unas antiguas compañeras con el propósito de hablar de nuestra vida para conocernos un poco mejor y llevamos horas como los Reyes Magos adorando al Niño Jesús”.

Con la llegada de la madre de nuestra anfitriona la reunión entró en una etapa de histeria mas aguda. Apenas hizo su aparición, se precipitó como una posesa sobre la indefensa criatura dando grititos histriónicos que, de haber estado menos prevenidas, nos hubiera puesto los pelos de punta. Quiso dejar bien patente sus derechos de abuela y a tal fin, zarandeó, besuqueo, estrujó y espetó unos alaridos al bebé que de haber podido, de seguro que hubiera escapado corriendo. El pobre tuvo que optar por la única defensa que le era factible que fue el de ponerse a llorar como un descosido. Con un coro de mujeres consternadas inclinadas sobre él, haciéndole carantoñas y hablando todas a la vez, y una abuela que pensaba que la mejor manera de calmarle era pegándole alaridos y agitándole como unas maracas, no fue de extrañar que los llantos del despavorido infante pasasen a emular a un concierto de sirenas de un parque de bomberos locos. La madre nos hizo la confidencia de que debía tener sueño. No lo creo, la verdad, mas bien opino que si algo tenía era hartura de tanta tontuna y deseo de tranquilidad.
Sea lo que fuere, las palabras de nuestra anfitriona me dieron un vuelco al corazón. El niño a su cunita, fin de la visita, a la calle y cada una a lo suyo. Acerté. Pero solo en lo primero. Ahora la reunión era la de un grupo de mujeres adorando a un niño dormido y hablando en cuchicheos para no despertarle. Aunque, mas que hablar, lo que rompía el silencio tan solo eran simples exclamaciones de admiración. “¡Qué manitas!”, “¡Qué mofletes mas ricos!”, “¡Qué naricitas!”. En fin, nada que no hubiera escuchado repetitivamente desde que entré en la casa, hasta saciarme.

La abuela hizo una relación de los parecidos que tenía la criatura, con familiares vivos y difuntos, que eran muchos y que tal y como lo contaba daba hasta un cierto repelús pues parecía como si el niño estuviera hecho de retales, como un “puzzle”. Las narices de su madre, los ojos de su padre, las orejas de un tío abuelo, el mentón de ...
- “La boca es mía” – Aseveró con rotundidad y yo pensé que si era como afirmaba gozaría cuando creciese de un hermoso mostacho.
Terminada la crónica de parecidos, se inclinó confidencialmente hacia mi
- “¿No te entran ganas de llevarte...a este... “querubín”?”
Me estremecí.
- “¡Muchísimas!” – Contesté con una sonrisa imaginando la escena.
Esa noche tenía una cita romántico-sentimental con Lluis. Estaba apalabrada desde tiempo atrás pero me había visto obligada a posponerla siempre a última hora en sucesivas ocasiones, a lo largo de las dos últimas semanas, para su desesperación . Los “ayes” y lamentos de mi amigo hicieron que buscara un hueco en mi apretada agenda, antes de que me volviera loca con sus continuas llamadas telefónicas. ¿Qué cosa mas “romántica” podría existir que acudiera a la cita con un bebé para pasarnos toda la velada cambiando pañales? Estoy segura de que Lluis estaría tan “encantado” con la novedad que se pondría a dar saltos de alegría.
La buena señora siguió dale que te pego
- “No te preocupes que ya te llegará”
No me pareció oportuno sacarla de su error diciéndola que ni estaba preocupada lo mas mínimo, ni tenía ninguna prisa de que me llegase nada.
- “¿Tienes novio?”
Dudé un poco en la respuesta y pasé revista a la “población masculina” con la que tengo alguna relación. Tengo amigos, naturalmente. Alguno de ellos podrían definirse como “amigos cariñosos”. Algún que otro “ligue” ocasional, y varios “pretendientes” en el mas amplio y clásico sentido de la palabra. Novio como tal, por supuesto que no, ni ganas tampoco. Decidí no meterme en mayores explicaciones y contestar simplemente que “no”.
- “Algún día encontrarás a alguien que te guste ... “
Aquí tuve que hacer esfuerzos para no soltar la carcajada ¡Caray! Si de lo que se trata es que me gusten son varios los que he encontrado ya.
- “Te casarás ...”
Empecé a odiarla.
- “Y tendrás un niño tan rico como este”
Un témpano de hielo recorrió lentamente mi columna vertebral.
Estaba ya mas que harta de tanto absurdo y decidí terminar de una vez con la perolata.
La miré haciéndome la sorprendida.
- “¡Pero si para tener un hijo no hace falta todo eso tan ... largo!”
Me miró un poco sorprendida como preguntándose a donde quería llegar yo a parar.
La sonreí angelicalmente.
- “¡Naturalmente! Si quisiera tener un hijo... ¡Pues eso!...¡Bastaría que dejara de usar cualquier sistema anticonceptivo ... y en paz!”

martes, 1 de enero de 2008

LOS OLVIDADOS DE LAS “FELICES NAVIDADES”:






SOL (Lita)


Su nombre es Luisa, pero desde siempre se la ha llamado Lita. En un principio pensé que se trataba una abreviatura de “abuelita”, pero no, nada tiene que ver que ya desde pequeña la empezaron a llamar de esa forma, vete tu a saber por qué. Desde que enviudó, hace así como quince años, vive con su hija y la hija de ésta. Ambas se llaman Luisa, como siguiendo una tradición, aunque a la hija todo el mundo la llama Marisa, lo cual está bien para evitar confusiones. La tercera de la generación es amiga mía desde hace años, la única a la que se la llama Luisa de esta pequeña saga y está ultimando la carrera de Arquitectura Técnica. Viven las tres solas arreglándose mas mal que bien con el sueldo de Marisa y la pequeña pensión de Lita. El marido de Marisa hará unos ocho o diez años que desapareció de casa. Así sin mas. De un día a otro, sin mediar palabra y con todos los ahorros que tenía el matrimonio. Tiempo después se enteraron que estaba viviendo con una venezolana. Se lo dijeron unos que ni ella ni su hija han vuelto a tener noticias de él. Fue entonces cuando Lita vendió su casa del pueblo para irse a vivir con ellas. Las tres mujeres tienen una gran unión entre ellas, y pese a las estrecheces económicas que padecen, en su casa siempre reina una alegría y optimismo que realmente resulta emocionante. Cualquier cosa por pequeñita que sea es motivo de risas y disfrute. Pocas personas he conocido que sepan dar a la vida una visión tan positiva como ellas.

Lita era la clásica señora de pueblo, bajita, fuertota y coloradota. Se reía a carcajadas ante cualquier chascarrillo y no parecía sino que la vida era una continua broma para ella. Asumía en la casa el papel de cocinera en el que era una verdadera maestra y el aroma de sus guisos eran palabras mayores que emocionaban a cualquiera. Solía tener un tarro con rosquillas, ni que decir tiene, hechas por ella según una vieja receta de esas que se van transmitiendo de madres a hijas y no figuran en los libros de cocina. Una delicia. Siempre las sacaba cuando llegábamos alguien de fuera y se ponía hueca como una gallina al ver nuestras caras de satisfacción. En una ocasión la pedí que me dejara hacerla un retrato que esos colores de sus mejillas tan sanotes me llamaban poderosamente la atención. Posó muy quietecita algunas jornadas y cuando le enseñé mi obra a medio terminar soltó una gran carcajada diciéndome que la había sacado “muy fea”. Pero en el fondo, se sentía muy ufana y le gustaba. El cuadro fue quedando de un día a otro sin ultimar, a falta de los últimos retoques, hasta hoy.

Lita tiene demencia senil. Ha sido como si algo se rompiera dentro de ella y de muy poco tiempo acá se fuera precipitando hacia el abismo de lo absurdo. Cuando la fui a visitar en estas Navidades no me conoció. Me miró con la vista puesta en el infinito y sin decir palabra se sumergió en las tinieblas de un sueño que la atrapan cada vez mas. Según me contaron, permanece dormida casi todo el día y en los ratos en que dice algo son incongruencias en las que se mezclan épocas y hechos como si de una película surrealista se tratase. Su risa fuerte y profunda se ha perdido para siempre. Necesita cuidados constantes y ayuda para todo, incluso para andar que es incapaz de hacerlo por si sola. También para vestirse, desvestirse y lavarse. Representa una esclavitud perenne que solo se puede sobrellevar a costa de un gran cariño.

A Luisa le queda muy poquito por finalizar su carrera. Pensaba concluirla en este curso, pero por ahora y hasta Dios sabe cuándo no va a poder que tiene que estar por la mañana en casa al cuidado de la abuela mientras su madre está en el trabajo. Si tuvieran mayores medios económicos podrían contratar los servicios de alguien que les ayude, pero es impensable. Cuando termine y se coloque quizá puedan llevar a Lita a una residencia, será muy duro para ellas pero no existe otra solución. De momento prefieren no pensar en nada mas que del día a día, otra cosa sería caer en la amrgura. He encontrado a ambas sumamente cansadas, con ese agotamiento que da la desesperación al no poder hacer nada por un ser querido. Aún así tratan de ser alegres y ver las pequeñas cositas buenas que nos da la vida. Me han emocionado y al tiempo me he sentido avergonzada por las múltiples veces que una se queja por tonterías que al lado de lo suyo son nimiedades.

Me gustaría dedicar este pequeño escrito a todos los que están como mi amiga y su madre. A todos los que están como Lita, viviendo en un mundo desconocido. A todos los que sufren. A todos aquellos para los que las Navidades son otra cosa muy distinta de los “globos de colores”, burbujas de champán, regalos, risas, felicidad, Papas Noel, Reyes Magos y las 12 uvas de la suerte, a que nos tienen acostumbrados los anuncios de la tv y propagandas de los comercios, de esa forma tan machacona que hasta nos lo acabamos por creer. A todos aquellos en los que éstos días son como cualquier otro día que hay que superar con una gran carga. A todos aquellos que aun siendo los grandes olvidados se enfrentan a la vida con una sonrisa de ilusión. A ellos con todo mi cariño.