Se pasó la Semana Santa como un soplo. La Semana de Pascua como un suspiro. Vistas y no vistas. Las mil y una cosas que tenía pensadas hacer en aquélla, prácticamente toda ella de días festivos, y en ésta que, al continuar de fiesta los estudiantes me he visto liberada de la obligación de las clases de dibujo y pintura, se quedaron en meras buenas ideas. Siempre me ocurre lo mismo. Cuando tengo unos cuantos días libres ante mi, para poder hacer lo que se me antoje me digo a mi misma que podía aprovecharles para hacer esto, aquello, ir aquí o allá, y luego nada de nada. Aunque esto no es ninguna novedad.
Entre esos mil y un buenos propósitos estaban como objetivos prioritarios dar un “empuje decisivo” al estilo de mi pintura y , como no, el de viajar a algún lugar algo mas allá del círculo de los trescientos kilómetros donde me vengo desenvolviendo . Son los dos objetivos “tradicionales” que siempre me hago y que tradicionalmente suelen quedar en nada.
Lo del viaje, causa perdida desde el primer momento. No hay nada como tratar de organizarse con un grupo de amigos en que cada cual opine distinto, para que se vaya el tiempo en proyectos dispares, ningún hecho y encontrarte al final que de viajes a precios asequibles nada de nada que ya todo está cubierto por los que han sido menos indecisos. Ya se sabe, son fechas muy malas pues a todo el mundo le da por moverse de un lado a otro y hay que prever los viajes con bastante antelación. Gran sorpresa pues esperábamos que con esto de la crisis lo que precisamente faltaría serían personas deseosas de gastar su dinero en algo tan superfluo como un viaje de placer. Pero no. Precisamente por la crisis y por las continuas noticias de la prensa de “agujeros negros”, quiebras, depreciaciones y temores bancarios, el que ha logrado tener algo ahorrado prefiere gastárselo alegremente antes de que su banco, en particular, le de por decir que, perdonen todos, que lo siente mucho, que son así las cosas, pero que no puede hacer frente a sus obligaciones. La gente está con la “mosca tras la oreja” y, bueno, lo que va por delante, va por delante. En resumen, de viajecito nada de nada.
Lo del estilo de mi pintura, ¡Ay!¡Ay!¡Ay! Llevo tiempo y tiempo “desesperadica” perdida y, lo que es peor, sin dar una pincelada. Cada cuadro, por decirlo así, es de “su padre y de su madre”. Estilos totalmente distintos de acuerdo con el estado de ánimo o el capricho del momento. Pero lo peor, lo peor, lo peor es que no me gusta mi obra. No es que me disguste, entendámonos, pero noto que le falta un “algo” que no acierto a comprender qué es. Hay obras que mira hasta tienen un pase, alguna que otra me gusta y todo, pero las que mas me producen escalofríos de angustia solo de verlas. Lo curioso del caso es que estas últimas son las que mas gustan a la gente. Cuando exclaman “¡Huy que bonitoooo!” o algo por el estilo, creo que me están tomando el pelo. Pero no. Resulta que lo dicen en serio. Me asombran, la verdad. Aunque a mi eso no me consuela nada.
Mi compañero Vicent me dice que estoy obsesionada que “estilo” que si que tengo ya que todos imprimimos nuestra personalidad en lo que hacemos. Que deje de querer encorsetarme en una forma de pintura determinada, pues entonces no sería yo ni lograría dar la fuerza que doy a mis cuadros. Quizá que tenga razón. Dejar volar la imaginación y experimentar con nuevas tendencias para poder expresar lo que se siente en el momento es posible que sea lo que debe perseguir todo artista. Lo malo es que siento mi cabeza vacía de ideas. Hueca como una calabaza hueca.
Entre tanto, allá tengo en el estudio una montaña de bocetos que prefiero no mirar y algún cuadro abandonado a las primeras pinceladas. También un par de cuadros medio terminados que me han encargado tiempo atrás y que ya debería haber entregado. No me costarían nada finalizar, la verdad, pero me resisto a ello. Simplemente, no me gustan sus resultados. Demasiado vulgares. Probablemente, de ultimarlos, los clientes se sientan satisfechos por ser lo que esperan, pero no ocurriría lo mismo conmigo. Probablemente, de alterarlos, hasta puede que mi ego se sienta realizado, pero a buen seguro que me vuelva con las obras al estudio. Todo un dilema. En tanto continúa en mi cabeza la sequedad de ideas. Hueca como una calabaza hueca. Habrá que esperar a mañana. Quizá entretanto ocurra un milagro y salte una chispa dentro de mi. Esperar, esperar, esperar. ¿Cuánto tiempo llevo esperando y posponiéndolo para el día siguiente? Mejor no recordarlo.
2 comentarios:
Entre otras cosas veo que olvidaste escribirme y responder a los correos que te había dejado y confieso que me decepcionó mucho.
Pero olvidado está de mi parte, y quiero decirte que siento de veras lo que dices. Que la vida no es como nosotros hubiéramos deseado que fuera es algo que sé muy bien por experiencia propia y nadie puede ayudarte.
¿Los correos? Creo que solo ha sido uno. Ya sabes que soy un desastre, pero a estas horas ya te he contestado.
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