SOL (Ermita al amanecer)
Lo bueno que tiene viajar es que
todos los problemas que tienes, grandes o pequeños, van quedando atrás, atrás,
atrás. Es como si se disolvieran en el éter. No quiero decir con esto que
desaparezcan, simplemente se esconden y al menos no dan la lata. Al regreso,
eso si, vuelven a aparecer con mas fuerza que nunca como si dijeran “¿Te has olvidado de nosotros, eh? Pues
ahora estamos ante tus narices de nuevo y vas a saber lo que es bueno”.
Pues vale, todo lo que queráis, pero al menos he pasado unos días felices y
tranquila sin ninguna preocupación.
Sin embargo, todo aquello molesto
que has dejado tras de ti y te has olvidado de ello, feliz y tranquila, también viaja. Lo hace de forma mas lenta de
lo que puedes hacerlo tu, pero viaja, y se te aparece como un espectro ante ti
cuando menos te des cuenta. Naturalmente, cuanto mas cerca sea tu
desplazamiento, antes te darán alcance. Por el contrario, si tu viaje es a un
lugar lejano, tardan mucho, muchísimo en llegar hasta ti, y hasta existe la
posibilidad remota de que se pierdan por el camino y tu sigas feliz y
tranquila. No suele ser el caso, la verdad.
Hoy hace una semanilla y un día
que estoy en Munich, en plena “Octoberfest” que significa el ir, venir, no
parar, cervezas, comida y viva la vida. Anteayer por la noche ( siempre estás
cosas te atacan cuando mas tranquila estás durmiendo) me vinieron a la cabeza
las mil y una cosas que había dejado pendientes allá en Valencia. Las mil y una
cosas por las que estuve agobiadísima y estresadísima las semanas anteriores a
mi viaje viendo como aunque el día tuviera 48 horas (que no las tiene) y yo
fuera organizadísima en mis tareas (que no lo soy) no llegaría a terminarlas ni
aún poniéndome de puntillas. Naturalmente quedaron por hacer la mayor parte.
Entre todas estas cosas estaba el “firme propósito” que me hice al retomar mi
“blog” de hacer publicaciones periódicas. ¡Qué desastre soy! Hablando del
“blog” no quiero ni mencionar (ni pensar siquiera) en su ordenación que tal
como está, entre las ilustraciones “desaparecidas” misteriosamente gracias a
Google y mi propio desorden, el pobrecito está hecho unos zorros. Pero todo
esto habrá que esperar. Contentémonos, pues, con publicar una entrada.
Si algún posible lector tiene
pensado realizar un desplazamiento en avión mi encarecido consejo es que saque
el billete con la mayor antelación posible, lo cual tiene la doble ventaja de
tener la plaza asegurada y el precio es mas asequible. En definitiva que no
hagan como yo que dejo las cosas para última hora con lo cual el coste del
billete se dispara hasta las nubes y, a no ser alguna cancelación que luego no
las hay, y tampoco quedan plazas. Señalo esto porque mi idea era la de
volar entre los días 18 y 19, tanto me
daba. Cuando el día 16 fui a la agencia casi les entra un ataque de risa, ya
ves tu con la “Oktoberfest” que se inauguraba el 21 iban a estar reservando un
asiento para mi. Todo lleno y bien lleno. Mejor porque las tarifas que pusieron
ante mis ojos supondría tener que empeñar hasta mi ropa interior. Billete para
el día 22, el día en que se hacía el desfile con trajes típicos, bandas de
música y todo el colorido que ya de estar por allí hubiera sido interesante
ver. Naturalmente cuando llegué al aeropuerto de Munich todo había concluido
horas atrás.
Otro consejo a dar al posible
lector que tiene pensado desplazarse a cualquier sitio y residir en casa de
algún familiar, amigo o conocido es el de que se asegure bien asegurado de
haber informado correctamente el día y la hora de la llegada a ese familiar,
amigo o conocido en cuya casa va a residir so pena de encontrar a su llegada
con lamentables “sorpresas” tales como
que en la casa no haya nadie y te encuentres en la acera con cara de tonto y el
equipaje bajo el brazo sin saber qué hacer o a dónde ir que fue lo que me ocurrió
a mi, y es que, con todo el lío de si tenía o no billete, los problemillas que
siempre aparecen a última hora, el despiste que manejo y lo atolondrada que
soy, en el e-mail que envié a Mamen
simplemente le comunicaba algo así como “Al
fín tengo billete, llegaré por la tarde, no hace falta que me vayas a buscar
que conozco el camino”. Ni la mínima alusión a algo tan importante como era
el día de mi llegada. Mi amiga trató de ponerse en contacto conmigo, pero yo ya
estaba volando.
Con todo lo dicho anteriormente,
mi llegada a Munich fue como es fácil de imaginar. Mamen vive en una casita de
una urbanización muy placentera, muy agradable con una inmensa vegetación
alrededor. Muy agradable para vivir pero no tanto como para llegar cargada con
el equipaje y encontrarte que no hay nadie en casa. A tu alrededor todo lo que
te rodeaba eran casitas con apariencia de ser igualmente de placenteras,
acogedoras, agradables y todo lo que se quiera, pero ninguna cafetería,
restaurante o cervecería donde poder refugiarme hasta que le diera por aparecer
a mi amiga, pues no era sitios ni de cafeterías, ni de restaurantes, ni de
cervecerías, sino de casitas acogedoras y agradables. No muy, muy lejano
(demasiado para el que se encontrase en una situación como la mía) si que
existía un restaurante chino, así que “triqui-triqui-triqui” allá me encaminé.
La ventaja de los restaurantes chinos es que siempre están abiertos. Merienda-cena en el restaurante chino.
¡Increíble!¡Venir a Munich en plena “Octoberfest” y acabar en “un chino” es de
locos. Pero como ya tenía un apetito que no veas inauguré mi “Octoberfest” particular con una
comida oriental. Cuando hube terminado “triqui-triqui-triqui” a casa de Mamen.
Seguían sin llegar por lo que de nuevo “triqui-triqui-triqui” al chino. A falta
de saber que tomar me tomé un té de pétalos de rosas que maldita las ganas que
me apetecía. Y de nuevo “triqui-triqui-triqui” a casa de Mamen y otra vez
“triqui-triqui-triqui” al “chino”. En esta ocasión me tomé un café que era todo
menos café. Así varias veces que
cualquiera que me estuviera observando se quedaría preguntándose si no me
faltaría un tornillo o dos paseando las maletas calle arriba y abajo. Como todo
tiene su fin, llegó Mamen cuando ya me estaba preguntando si no acertaría mas quedándome
a dormir en la acera que mis pies, al menos, me lo agradecerían.
Mamen es mi gran, gran, gran
amiga. Y mucho mas. Tentada he estado de calificarla como “hermana mía”, pero
no, con mi única hermana siempre me he llevado como el perro y el gato, no sería
justo para Mamen. Es mucho más.
Se encuentra viviendo en Munich
desde hace la tira de años, pues fue con una beca cuando aún estudiaba la
carrera y se encontró con la sorpresa de que la mentalidad alemana se acoplaba
a su manera de ser como anillo al dedo, y allá se quedó.
Vive en pareja con un alemán que
es como la antítesis del prototipo germano pues en vez de ser rubio, coloradote
y con “tripa cervecera”, como mandan los cánones, es fuerte, atlético y negro como el carbón. Ya
ves tu. Negro, negro, negro, de piel brillante como el charol, cabello medio
ensortijado y unos ojos y unos dientes blancos que parecen brillar en la
oscuridad. Por cierto que como hombre es muy atractivo. Su nombre es Balthasar,
lo cual, dadas las circunstancias, resulta de lo mas apropiado.
La casita de Mamen constituye no
solo mi refugio en las visitas que realizo a Munich sino mi “almacen
particular” (pequeñito, claro) donde dejar “mis cosas”. En cuanto a Mamen no
solo es mi amiga, amiguísima y anfitriona ocasional, sino mi interprete (yo de
alemán cuatro palabras mal dichas y para de contar) y mi “representante” en
estas tierras. En fin que es “todo”. Un poco de abuso por mi parte, cierto es,
pero cuando se lo digo ella se echa a reir y me dice que lo que tendría que
hacer es venirme a vivir con ellos de forma permanente. Y es que es un
verdadero encanto.
En fin, me he “enrollado” un poco
mas de la cuenta y todo para decir que estoy pasando unos días en Munich. Hora
es de “cortar”. Trataré de contar algo sobre mis andanzas en estas tierras,
pero eso será otro día.